La Vanguardia (España), Xavier Aldecoa, 27.06.2023
Más hambre y muerte para la secta del hambre y la muerte. Joseph Juma Buyuka, uno de los 30 sospechosos de la secta evangélica detenidos por llevar a la muerte por inanición a más de 330 personas en Kenia murió la semana pasada bajo custodia policial después de diez días de huelga de hambre. Otros dos detenidos están en situación crítica tras rechazar alimento y bebida.
Huelga de hambre extrema en prisión
El fallecido bajo custodia policial era uno de los ayudantes del líder del culto, Paul Mackenzie, quien también está detenidoSegún la policía keniana, el fallecido era un ayudante destacado de la secta y “jugó un rol significativo en los delitos que condujeron a la muerte y el entierro ilegal de los cadáveres”, pero no era el líder principal.
Esa figura recae en el autoproclamado pastor Paul Nthenge Mackenzie, un ex taxista de 50 años muy carismático, también detenido, y que en el año 2003 fundó la Iglesia de las Buenas Noticias, una secta cristiana fundamentalista que prometía a sus seguidores “encontrar a Jesús” a través del ayuno extremo.
Líder carismático y lunático
Paul Mackenzie, ex taxista de 50 años, fundó la Iglesia de las Buenas Noticias, una secta cristiana que prometía “encontrar a Jesús” a través del ayuno extremo. Mackenzie instigó a cientos de kenianos, la mayoría de familias desestructuradas o muy humildes, a seguirle hasta una granja a las afueras de la aldea de Shakahola, en el sureste del país, y abandonar su “vida terrenal”. Su delirio derivó en una de las mayores masacres religiosas que se recuerdan en el país africano: además de los 336 cadáveres, entre ellos varios niños, exhumados hasta ahora en los terrenos de la granja, se busca otros 600 desaparecidos.
Masacre sin precedentes
Se han exhumado 336 cadáveres, pero se teme que la cifra aumente: hay 600 desaparecidos.Como las morgues de la región están colapsadas, las autoridades han ordenado una búsqueda escalonada de otras fosas comunes o tumbas en los terrenos de la granja.
A pesar de que la mayoría de muertes se produjeron aparentemente por inanición, según el forense a cargo de la investigación, Johansen Oduor, algunas víctimas fueron estranguladas, ahogadas o golpeadas brutalmente antes de morir.
Precisamente el pasado 13 de abril se descubrió la magnitud de la masacre después de que la policía investigara a unos padres por estrangular a sus dos hijos. Los progenitores posteriormente alegaron haber sido instigados por Mackenzie.
Lavado de cerebro
Muchos de los casi cien liberados por la policía se negaron a comer y uno de ellos murió días después.Además de detener al líder del culto, a quien se acusa de “terrorismo”, a su esposa y a 34 ayudantes, la policía rescató a 95 supervivientes. Muchos se negaron a comer pese a estar en una situación crítica y uno de ellos acabó falleciendo días después. Para evitar más muertes, el juez acusó a los liberados de “intento de suicidio” y ordenó su ingreso en un centro de supervisión mental.
Escenas de horror
Aunque la mayoría de cadáveres habían muerto por inanición, había otros, sobre todo de niños, con síntomas de estrangulamiento o con golpes.El fiscal del caso también pidió el traslado de los principales líderes sospechosos de llevar a cabo la masacre desde estancias policiales a una cárcel donde se les pudiera obligar a comer. Aunque se aprobó la medida, el control policial se relajó después de que los detenidos aseguraran que cooperarían y volverían a alimentarse. Las críticas han arreciado sobre las autoridades por no evitar la matanza inducida pese a la evidente radicalización de su líder, quien había sido detenido en varias ocasiones por alentar a sus seguidores a que no llevaran a sus hijos a la escuela o demonizar las vacunas. Cuando la presión policial aumentó, Mackenzie simplemente trasladó su secta a la granja de Malindi, cerca de la ciudad costera de Mombasa, y desapareció del radar de la ley.
Inacción policial
Las críticas han arreciado sobre las autoridades por no evitar la matanza pese a la radicalización de su líder.La conocida como “masacre del bosque de Shakahola” ha abierto el debate sobre el control de las más de 4000 iglesias o sectas evangélicas que operan, a menudo sin control, por toda Kenia.
El presidente William Ruto, quien es un ferviente protestante y en las elecciones de 2022 recibió el apoyo de algunas de las iglesias más poderosas del país, ordenó la creación de un grupo de trabajo para la “revisión del marco legal y reglamentario que rige las organizaciones religiosas”.
Una vez acaben las investigaciones
El gobierno convertirá el bosque de Shakahola en un “lugar de memoria para que los kenianos y el mundo no olviden lo que ha ocurrido”.En anteriores intentos de controlar estas congregaciones religiosas, la oposición de sus líderes, en nombre de la libertad de culto, fue frontal. La semana pasada, el ministro de Interior keniano, Kithure Kindiki, anunció que, una vez acaben las investigaciones, convertirán el bosque de Shakahola en un “lugar de memoria para que los kenianos y el mundo no olviden lo que ha ocurrido”.