El Tiempo  (Colombia), Sergio Silva, 20.01.2014

Ella —escribe— fue víctima durante más de un año y medio. Ella, madre, de nombre incierto y habitante de Durango, una pequeña población al norte del País Vasco, dio sus diezmos con fervor, religiosamente. Los dio sin importar que en España tuviese que enfrentar la más feroz crisis económica, sin importar el golpe de una caída bancaria y las consecuencias de altísimos índices de desempleo. Pero luego, cuenta, de repente, reaccionó.

Lo hizo cuando ya había pasado suficiente tiempo, cuando se percató que algo en esa congregación, que por nombre llevaba Iglesia Ministerial de Jesucristo Internacional —la misma que hoy en Colombia está en el centro del huracán— resultaba extraño. Y, aunque quizás dudó, se salió.

Se salió porque se dio cuenta “de que —asegura en una carta— sólo estaba perdiendo dinero; de que detrás de todo había intereses de María Luisa Piraquive”.

“Lo peor —continúa— es mi hija de 23 años: sigue enganchada y diezma como si fuese lo más sagrado. Si le toco el tema se enfada y piensa que es el mismo demonio quien le habla. Y no es justo seguir así, aumentando las arcas de esa señora y de su hija Alexandra”.

El relato es apenas uno de los cinco o seis que le llegan diariamente a Myrna García, consejera psicológica de la Red de apoyo para víctimas de sectas (Ravics), con sede en Argentina, Puerto Rico y Estados Unidos. Es un texto desesperado de julio de 2013, escrito sólo con un único propósito: buscar ayuda para abandonar ese grupo, del que recibe no pocas solicitudes, especialmente, claro, de colombianos.

¿Cómo lo hacen?

Pero, ¿cuál es el motivo? ¿Por qué dirigirse a una asociación al otro lado del océano para dejar de lado un asunto religioso?

“Porque, justamente, —responde García, psicóloga y magíster en Estudios poblacionales— esta iglesia no entra en el grupo de una religión. Tiene todas las características para incluirla en lo que llamamos ‘una secta destructiva’”.

Según esta especialista, que fundó la Red a finales de 2007 con investigadores sociales, médicos, psiquiatras y abogados que atienden de manera virtual y gratuita, los motivos para darle tal calificativo sobran.

“Primero —explica— tiene una estructura piramidal, que está estratificada internamente donde, a partir de la creación de una especie de ‘castas’, hay una relación de poder en la que los de abajo siempre obedecen y hay un líder que define qué está correcto y qué no”.

Esa organización, de acuerdo con esta especialista, se construye a partir de una serie de técnicas que alteran los conceptos y nociones que el ser humano ha adquirido a través de su vida y que, incluso, distorsionan lo que en principio considerábamos como bueno o malo.

“Esas ‘sectas’ inducen a las personas a ciertas creencias de las que es muy difícil zafarse. Trabajan intensamente con la persuasión y el control dictatorial inducido y presentan su doctrina como una llena de privilegios que tiene un conocimiento especial, divino. Es un conocimiento secreto que únicamente se puede adquirir ahí. Además, siempre está presente la explotación económica y la estafa. Es, al final, un verdadero negocio”, dice.

Pero las armas con que este tipo de colectividades seducen a las poblaciones no paran allí. El fanatismo, tal y como cuenta García desde Puerto Rico, es un elemento necesario e indispensable, “porque obliga a tener un comportamiento sin utilizar tu criterio. Esa capacidad de crítica queda en otro plano pues lo importante ahora es obedecer”.

¿Obedecer para qué, a quién? “Simple: obedecer para que ellos, en conjunto, te acepten, porque hay una enorme presión grupal que intenta controlar tu vida; que juegan contigo a través de la motivación, porque todos, siempre, necesitamos sentirnos estimados”.

Esa presión social, según cuenta esta psicóloga, significa la obligación de admirar a una sola persona: el líder, un genio que hay detrás que siempre tiene tres características: un trastorno antisocial de personalidad; es narcisista (es el más poderoso, el intocable, a quien todos deben seguir) y es terriblemente carismático. Tiene una indudable capacidad para persuadir.

Esos patrones son los que han hecho que, por ejemplo, en noviembre del 78 en Guayana, el pastor Jim Warren Jones, convenciera a 913 personas de suicidarse con él en una granja del noroeste de Guayana, o que hace dos años, en Pasto, Nariño, 27 mujeres permitieran que el líder espiritual Álvaro Javier Gámez abusara sexualmente de ellas.

Y aunque parezca extraño caer en tal manipulación, lo cierto es que cualquier persona, independientemente de su estrato social, de sus estudios y su posición económica, es susceptible de verse seducida por estas organizaciones.

“La explicación —asegura García— está en las técnicas especializadas que usan para controlar el comportamiento humano. Es como si uno fuera un animal al que entrenan para que desarrolle conductas específicas”.

El estudio, en muchas ocasiones, empieza apenas se entra a la ‘doctrina’, en que, con base en varias preguntas personales, pretenden identificar los intereses de cada quien. Incluso, en palabras de la integrante del Ravics, son muy hábiles trabajando con la mente y hacen una especie de ‘inducción hipnótica’.

“Los llevan a un estado donde emocionalmente se pueden alterar, lleno de aplausos, música y una comunicación contundente. Así se llega a un nivel Alfa cerebral (que es el máximo de relajación) y se empieza a incorporar esos mensajes involuntariamente, de tal manera que no se cuestiona esa realidad. Además, en esos ‘rituales’ en los que ponen las manos en la cabeza, también les hablan al oído y los obligan a creer que dios está ahí y que separarse del grupo implica tener varias maldiciones. Así que, entre más emociones fuertes, se disminuye la sensibilidad cognitiva”.

Y, al final, cuando se ha destruido hasta la misma familia, se han donado los bienes, resulta imposible salirse. “Resulta imposible deshacerse de todas las promesas futuras que jamás se van a cumplir, del miedo que origina pensar en que quien está afuera es el enemigo, de todas las fobias sociales; porque ahí, el miedo siempre va de la mano”.

Quizás, pese a todo, las últimas palabras conocidas de María Luisa Piraquive y reveladas en un video por la revista ‘Semana’, sean apenas una simple casualidad: “Entonces hermanos —dice ella, de rosado y con guantes blancos—, hay que ser inteligentes y el día que alguien les diga que encontró tal cosa en internet, ustedes díganle: ‘es el diablo el que está haciendo eso’. Porque usted tiene que mirar las bendiciones que ha recibido en la iglesia. Observe eso y no le ponga cuidado a unos renglones que al diablo se le antojó escribir”.