Weinheimer Nachrichten, nº 208, 09.09.1998 [Traducción de Miguel Perlado]

“El dinero no me interesa”, afirmó la líder sectaria Uriella, alias Erika Bertschinger-Eicke, de 69 años, ayer ante la Corte Regional de Mannheim, donde debe responder junto con dos colaboradores de defraudación fiscal que en su totalidad  asciende a un valor de 1,8 millones de marcos. Quien cura enfermos durante 16 horas al día, no tiene tiempo para “asuntos materiales”.

De los intereses económicos de la comunidad de feligreses  Fiat Lux que ella fundó y las instituciones y empresas coligadas se ocupaban sus colaboradores, entre otros su marido “Icordo” y el otro demandado “querido Amonius”, gerente de la casa de venta por correspondencia de ‘medicamentos’ “Fiat Lux Haus GmbH”. La fiscalía acusa al encargado de la empresa Carlo H. de 50 años, de fraude fiscal en combinación con contrabando de ‘medicamentos’. Supuestamente vendió género que los adeptos de la secta importaron desde Suiza  por orden de Uriella sin pagar derechos de aduana. Mañana H. será sometido a un interrogatorio sobre estas acusaciones.

Como declaró Uriella ayer, la “orden” dispone de nueve casas en parte lujosamente equipadas en su país Suiza, en Alemania y en Austria. La inculpada aclaró: “Todo lo que tengo pertenece a Dios”. Los adeptos no pagan una cuota, según Uriella. La secta se financia en su mayor parte de donaciones y préstamos personales, y una pequeña parte por las ganancias del comercio de ‘medicamentos’.

Al surtido de Fiat Lux pertenece aparte de “astrogotas” y flores de arroyo, también ampollas de éter enriquecido mediante oscilaciones cósmicas, esencias de piedras preciosas y casetes con mensajes de Dios que recibe Uriella en un estado de profundo trance. La anterior secretaria multilingue comenzó en sus funciones de “bocina de Dios” tras una fractura de la base del cráneo a consecuencia de una accidente cuando montaba caballo.

La inculpada reside en una casa en Ibach en Hotzenwald en el sur de la Selva Negra donde también tiene una consulta de curandera espiritual. Sus “pacientes” también le hacen pedidos de ‘medicamentos’ que se comercializan a través de su negocio en Suiza. Pero “yo misma nunca tuve nada que ver con contrabando”, juró con la mano en alto.