MIND (Italia), Pierangelo Garzia* (Auxologico IRCCS) (traducción: Miguel Perlado), 25.03.2025
Las temáticas religiosas siempre me han atraído, especialmente en lo que respecta a la historia y la psicología de las religiones. Todavía más me interesa el fenómeno de las sectas y los nuevos cultos. Siempre me he preguntado qué impulsa a las personas a adherirse a creencias y convicciones a veces evidentemente absurdas. En algunos casos extremos, aunque afortunadamente raros, incluso hasta quitarse la vida en suicidios colectivos.
Es interesante preguntarse cuáles son las motivaciones psicológicas que llevan a algunas personas, si desean creer en una dimensión sobrenatural, a alejarse de las religiones organizadas y caer en grupos sectarios o psicosectas. Puedo confesar que he tenido una experiencia de campo en este tema: he frecuentado psicosectas y sectas psicológicas. Lo hice cuando era adolescente y estudiante universitario, más por curiosidad que por una búsqueda de sentido en la vida. Como me movía con un enfoque psicoantropológico, no tuve problemas para entrar como un observador curioso y salir rápidamente antes de ser absorbido por las habilidades manipuladoras de los fundadores y las atenciones psicológicas de los adeptos.
En aquella época escribí un pequeño tratado que, después de muchos años, aún circula en la red con el título Las sectas destructivas: la seducción vital de un compañero desconocido. Comparé el atractivo de las psicosectas con el de una persona recién conocida que nos seduce precisamente por su aura de misterio. Pero, con el tiempo, cuando ya es demasiado tarde para recuperar nuestra vida, descubrimos que esa promesa de secretos revelados, elevación espiritual y poderes paranormales solo ocultaba un intento de manipulación y explotación de la credulidad y la necesidad de apoyo de los demás.
Concluía aquel escrito diciendo que las personas que terminaban en las psicosectas probablemente necesitarían un psicólogo. Lamentablemente, en la calle no te encontrabas con un psicoterapeuta, sino con reclutadores de una famosa y aún existentes psicosectas. Y hoy en día, esto sucede de manera aún más amplia en internet y las redes sociales.
Esta hipótesis sobre la adhesión a las psicosectas, comparándola con el hecho de quedar hechizado por una persona extremadamente seductora y manipuladora hasta el punto de enamorarse, ha sido posteriormente confirmada por algunas investigaciones en el ámbito de las neurociencias cognitivas.
Cuando, por ejemplo, en el transcurso de esta investigación le pregunto a Robin Dunbar—profesor de psicología evolutiva en la Universidad de Oxford, quien ha dedicado un capítulo de su reciente libro sobre la religión desde una perspectiva psicológica y neurocientífica a los cultos, las sectas y los líderes carismáticos—cuáles son los estudios que considera más interesantes en la relación entre creencias y cerebro, me responde:
«Las neurociencias pueden ciertamente darnos algunas ideas sobre lo que sucede en el cerebro cuando tenemos convicciones. Se está investigando al respecto, pero aún queda mucho por hacer. Probablemente, el mejor estudio hasta ahora ha sido realizado por Vinod Goel, profesor de neurociencias cognitivas en la Universidad de York en Toronto, quien ha demostrado que la fe religiosa interfiere con el razonamiento lógico: en esencia, la parte del cerebro que nos hace críticos ante una afirmación se desactiva. Ocurre exactamente lo mismo cuando nos enamoramos: la facultad crítica se apaga, permitiéndonos creer que una determinada persona es la más maravillosa del mundo».
Las psicosectas y sus adeptos
Los cultos y sectas, más o menos «destructivos» en el sentido de la limitación de la autonomía personal y la restricción de la individualidad a las necesidades del grupo de fe, han sido ampliamente analizados y estudiados en las últimas décadas. Esto ha dado lugar a una gran cantidad de trabajos científicos, así como a numerosos libros y manuales, no solo para identificar las características principales de estas sectas, sino también para ayudar a liberar o autoliberarse de su influencia una vez atrapado en sus redes.
Cuando se habla de cultos psicológicos, psicosectas o grupos de abuso psicológico, emergen diversas problemáticas que pueden tener graves consecuencias tanto para los miembros como para sus familias. Las principales dificultades identificadas por la investigación científica sobre las sectas incluyen, por ejemplo, el abuso psicológico y la manipulación, el impacto en la salud mental y el aislamiento social.
Como resultado, a lo largo del tiempo—frecuentemente años, si no décadas—la adhesión a un culto puede generar efectos negativos en la vida financiera, educativa y familiar de sus miembros. Del mismo modo, los exmiembros pueden enfrentar dificultades para encontrar y mantener un empleo, además de verse obligados a ocultar su pasado dentro de la secta.
Se trata de existencias «bloqueadas» y restringidas a las dinámicas y lógicas de la pertenencia sectaria. En el momento en que las personas deciden (o son convencidas de) recuperar una vida propia fuera de la secta, se encuentran en la necesidad urgente de apoyo psicológico y social especializado, así como de asistencia legal, tanto para ellas como para sus familias.
Si además consideramos que los jóvenes son particularmente vulnerables al reclutamiento debido a factores como el miedo al rechazo, los conflictos con el mundo adulto y la búsqueda de una identidad independiente, las consecuencias a lo largo de su vida pueden ser realmente «destructivas».
«Pero es un error pensar que existe un perfil preciso del adepto tipo», comenta Lorita Tinelli, psicóloga clínica, criminóloga y estudiosa de cultos y manipulación mental. «En realidad, todos somos potencialmente vulnerables. Cada día la vida pone a prueba a cualquier persona. Un duelo, una pérdida, un examen no aprobado, un fracaso escolar o laboral generan vacíos, necesidades y preguntas existenciales. A esto se suma la tendencia de nuestra actividad cognitiva a utilizar heurísticas que distorsionan e influyen en nuestros juicios, nuestras interpretaciones de los datos y, por ende, nuestras decisiones. Los sesgos cognitivos, es decir, los automatismos mentales, según el psicólogo social y experto en persuasión Robert Cialdini, son fácilmente estimulados por factores sociales, culturales, psicológicos y tecnológicos, hasta el punto de activar inclinaciones inconscientes que alteran nuestra percepción y juicio sobre el mundo que nos rodea».
Según estudios recientes sobre el cerebro, destaca nuevamente Lorita Tinelli, cuando una persona es sometida a dinámicas de control psicológico, estrés emocional o coerción, la actividad de la corteza prefrontal—responsable del pensamiento crítico y de la regulación emocional—puede verse comprometida, dejando que la amígdala, el centro de las emociones y las respuestas instintivas, guíe las reacciones. Como resultado, se termina eligiendo de manera emocional en lugar de racional.
En esencia, el perfil del adepto de una psicosecta no depende de características patológicas o culturales específicas, sino más bien de dinámicas sociales, emocionales y psicológicas que hacen a una persona susceptible a las técnicas de manipulación mental y control ejercidas por otros.
Aquí es donde vuelve la idea inicial: la decisión de unirse a una secta, a nivel cerebral y emocional, se asemeja mucho más a un enamoramiento—«la locura de las personas sanas», como la definía Freud—que a una elección racional.
La figura del líder
Toda secta, al igual que muchas religiones del pasado que posteriormente se institucionalizaron, surge a partir de la idea de un individuo. Son personas que se sienten investidas con una misión especial, mesiánica, salvadora, e incluso divina, a través de la cual guían hacia la salvación espiritual y práctica a quienes se identifican con esa causa.
A esto se suma el cultivo narcisista de su propia personalidad por parte de estos líderes, a menudo calificados como «carismáticos», lo que se da en detrimento de la autonomía de sus seguidores. Además, no es raro que existan intereses paralelos, como el control sexual sobre los adeptos debido a su supremacía psicológica, o el aprovechamiento económico mediante el trabajo gratuito y la recaudación de fondos dentro del grupo.
Pero si no existen características bien definidas entre quienes adhieren a las psicosectas, ¿hay rasgos comunes que distingan a sus líderes?
«Los líderes sectarios —explica Lorita Tinelli, fundadora y presidenta del Centro de Estudios sobre Abusos Psicológicos (CeSAP)— son, en su mayoría, personas con rasgos narcisistas, aunque no necesariamente padecen un trastorno de personalidad narcisista. Son egocéntricos y autoreferenciales, aunque aparenten interés por la vida de los demás. Utilizan su carisma como herramienta para atraer y manipular a sus víctimas, ejerciendo un fuerte control sobre ellas. Están convencidos de su propia superioridad y de poseer conocimientos más profundos que sus seguidores. No es casualidad que se autoproclamen portadores de verdades, títulos o descubrimientos únicos e innovadores. Presentan una visión rígida y dicotómica del mundo, promoviendo un pensamiento de «nosotros contra ellos». Sus principales intereses son la adquisición de poder sobre la vida de los demás y el beneficio económico».
Testimonios directos
Cultos, psico-sectas y nuevos movimientos de orientación religiosa presentes en nuestras latitudes llegan periódicamente a la atención de los medios debido a abusos físicos y psicológicos, violencia e incluso crímenes y asesinatos, como ha ocurrido en el caso de sectas de inspiración satanista.
Cada vez que esto sucede, en la narrativa mediática y en los procedimientos judiciales correspondientes, emerge la figura del líder carismático, ya sea hombre o mujer, que atrae adeptos a través de prédicas extravagantes. Unas veces inspiradas en supuestas apariciones y lágrimas de estatuas de la Virgen, otras veces vinculadas a creencias y rituales esotéricos y ocultistas, y en otras ocasiones procedentes de doctrinas extranjeras implantadas en nuestra mentalidad y cultura.
Para comprender qué sucede dentro de estos grupos sectarios, que suelen ser herméticos y cerrados en sí mismos, no solo existen estudios e investigaciones externas, sino también investigadores o testigos directos que han sido parte de las psico-sectas.
Por ello, pregunto a Miguel Perlado, psicólogo clínico, forense y especialista en relaciones sectarias, cuál ha sido su experiencia en este ámbito:
«Durante mi adolescencia, pasé un tiempo en una pequeña secta esotérico-ocultista, de la que finalmente salí después de que un amigo mío sufriera un colapso psicótico. En ese momento, mi idealismo, mi inmadurez y mi atracción por el esoterismo—típica de la adolescencia—me llevaron a inscribirme en una escuela de parapsicología para «aprender a analizar científicamente lo paranormal. Sin embargo, dentro de esa escuela había un pequeño grupo ocultista que distaba mucho de ser profesional y estaba más cerca de ser una secta. Posteriormente, por razones profesionales, comencé a especializarme. Es un campo de trabajo en el que estos grupos a menudo intentan demandarte, difunden propaganda difamatoria y ejercen presiones para disuadirte de proporcionar análisis críticos. He encontrado todo tipo de situaciones, especialmente cuando he intervenido para extraer personas de una secta».
Casos destructivos
Aunque todos los adeptos de una psicosecta experimentan, en distinta medida y según sus características personales y lo que han sufrido, consecuencias psicológicas, conductuales y relacionales una vez que salen, en ciertos casos los cultos sectarios tienen efectos realmente destructivos.
Se trata de aquellas circunstancias en las que las técnicas manipulativas utilizadas sobre los adeptos incluyen no solo el cambio de identidad y de estatus social (el llamado «shock anagráfico»), sino también vejaciones, violencia física y moral, humillaciones, privaciones sensoriales, privación de alimentación y descanso, así como gaslighting.
Lorita Tinelli describe esta última como «una de las técnicas más insidiosas de la manipulación mental, destinada a generar cada vez más dudas sobre las propias percepciones, hasta el punto de hacer que se adhieran incondicionalmente a lo promulgado por el líder».
Verdaderas torturas físicas y morales que terminan por quebrar, si no anular por completo, la personalidad de los adeptos.
Miguel Perlado, psicólogo clínico y forense español, experto en relaciones sectarias, ha dedicado los últimos treinta años a ayudar a familias, miembros y exmiembros de sectas y relaciones sectarias. Perlado fundó una asociación de profesionales especializados en la dinámica del abuso psicológico (Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico, AIIAP) y ha impulsado encuentros nacionales sobre sectas, realizados en los últimos diez años en diferentes partes de España para reunir a profesionales, familiares y exmiembros.
«Hace algunos años —relata Perlado— trabajé con los sobrevivientes de una secta argentina que durante años desarrolló un sofisticado sistema de tortura física de sus miembros, lo que claramente les acercaba a una dinámica de lavado de cerebro. Las agresiones físicas se usaban como castigo (golpes, palizas), se apagaban cigarrillos en el cuerpo de los devotos, se aislaba físicamente a los seguidores durante semanas como castigo (como en una prisión), se les amenazaba con armas de fuego, se producían abusos sexuales e incestuosos por parte del líder (incluso con sus propias sobrinas), se les sumergía la cabeza en el inodoro, se les empujaba por las escaleras, se les colocaban pinzas de acupuntura en los dientes y en el pene, y hasta se torturaba a los niños como forma de castigo. Eran alimentados con betún para zapatos, sacarina, comida para conejos y, como si fuera poco, se les obligaba a dormir hacinados en un establo para caballos».
«Durante años, cuando los devotos necesitaban ir al baño, debían pasar delante de una pantera que el líder había comprado y mantenía en su casa».
«Las víctimas vivieron bajo el mismo techo que sus verdugos durante décadas: no iban a la escuela, no interactuaban con nadie del exterior, estaban vigiladas por cámaras las 24 horas del día y, si salían, lo hacían siempre en grupo».
«El líder había tenido hijos con las mujeres que había capturado. Las obligaba a tener relaciones sexuales con quien él decidiera bajo el pretexto de un «aprendizaje sexual». No le importaba que fueran menores de edad y las grababa mientras lo hacían».
«Este grupo funcionaba como un culto de inspiración hinduista bajo la dirección de un individuo narcisista pervertido con fuertes tendencias sádicas y psicopáticas».
«Los sobrevivientes con los que trabajé (que nacieron o crecieron en ese culto durante treinta años) estaban profundamente dañados en su identidad, con graves dificultades para establecer relaciones personales y estabilizarse en el ámbito laboral».
«Sufrían miedos postraumáticos, dificultades para establecer relaciones íntimas normales, tendencia a relacionarse mediante el control, insensibilidad al dolor emocional de los demás (falta de empatía), frialdad, pesadillas y más».
«Un trastorno de estrés postraumático complejo tuvo un impacto devastador en la mayoría de ellos».
Informar para prevenir
Todos los estudiosos de las sectas con los que he hablado coinciden en que la información y la prevención son las estrategias más efectivas para evitar que las personas—especialmente los jóvenes y los individuos más vulnerables—caigan en la telaraña de las sectas. Esto es aún más relevante en una época en la que internet y las redes sociales facilitan la difusión de creencias y prácticas extravagantes. Una telaraña de la que luego es difícil liberarse y que, como hemos visto, provoca daños duraderos, con consecuencias nefastas tanto para los exadeptos como para sus familias.
«La prevención es fundamental», dice la psicóloga Lorita Tinelli. «Lograr informar, pero sobre todo estimular y fortalecer el pensamiento crítico para que las personas puedan convertirse en consumidores—también en el ámbito espiritual—más responsables, es un paso esencial para no caer víctimas de dinámicas de manipulación y control. Educar y sensibilizar sobre las técnicas de manipulación mental ayuda a difundir conocimiento y, por lo tanto, a reconocer de inmediato cuando algo no está bien.
Detectar señales de alerta, como el aislamiento, demandas excesivas de compromiso, la existencia de enemigos externos y la veneración desmesurada de los líderes, puede protegernos de caer en estas trampas. Sin embargo, también es necesario que las instituciones, especialmente las políticas, reconozcan que este es un peligro real. En Italia, numerosas familias han sido destruidas por el fenómeno sectario y muchas personas han sido absorbidas por estos grupos, sufriendo daños enormes».
Las sectas pueden encontrarse donde menos lo esperamos, advierte nuevamente Lorita Tinelli. A menudo circulan en escuelas, presentándose como programas de prevención de drogas o como métodos de mejora de capacidades cognitivas, como la memorización.
En definitiva, como ocurre con muchos otros riesgos para nuestra vida y nuestra salud física y mental, más que centrarse en cómo salir o cómo ayudar a un ser querido a salir de una secta—algo sin duda importante—lo ideal es no entrar en ella desde el principio. Más adelante, cuando el daño ya está hecho, podría ser demasiado tarde.
Cultos alucinógenos
Otro ámbito de los nuevos cultos hace uso de sustancias psicodélicas para inducir estados modificados de conciencia con la intención de «abrir y ampliar las puertas de la percepción» y, como consecuencia, acceder a otras dimensiones. Las crónicas recientes informan, por ejemplo, de reuniones y rituales que emplean la ayahuasca, una bebida psicoactiva derivada de una liana y hojas de origen amazónico. Esto también ocurre en nuestras latitudes, dentro de cultos chamanistas y de un movimiento religioso que lleva el nombre de «Santo Daime», en los cuales el interés económico de los organizadores no es, ciertamente, un misterio. Pero, ¿de dónde nace la necesidad de adherirse a estos cultos que, aunque no son verdaderas sectas en el sentido clásico del término, en ciertos casos, como el reciente fallecimiento de un joven durante una reunión ayahuasquera, pueden dar lugar a problemas?
Miguel Perlado, psicólogo clínico y experto en relaciones sectarias, ha tenido la oportunidad de abordar el tema, y nos explica: «Estamos en un momento en el que la espiritualidad se ha vuelto secular, desvinculada de las instituciones religiosas. Las personas buscan experiencias místicas o estados alterados de conciencia. La espiritualidad moderna se ha fusionado bien con el discurso neoliberal, convirtiéndola en otro producto de consumo. Los retiros chamánicos son un ejemplo de las amplias ofertas en el mercado espiritual actual. Las motivaciones varían y, en ciertos sectores socioeconómicos, incluso se puede ver como algo ‘cool’. Otras motivaciones incluyen la búsqueda de una experiencia que rompa la monotonía, la creencia de que el consumo de ayahuasca llevará a una especie de ‘verdad espiritual’, la expectativa de resolver traumas o problemas personales, o la esperanza de curar dependencias a través de la ayahuasca».
No todos estos grupos chamánicos son sectas. Algunos de ellos operan como una secta, lo que aumenta el potencial de daño. «Independientemente de si son o no sectas, mi objetivo es abordar el daño que puede derivarse de estas prácticas. He trabajado con pacientes que participaron en los retiros sin sufrir daños. Para ellos, fue una experiencia única, no tenían problemas psicológicos preexistentes y no se produjeron daños adicionales. Otros han participado más de una vez y han sufrido daños. El daño a menudo proviene de la duración de la exposición, pero, aún más importante, del contexto en el que se consume la ayahuasca, de la potencial vulnerabilidad (personal, psicológica) del participante y del papel del llamado chamán (además de la sustancia en sí misma)».
El daño puede derivar de la interacción de la sustancia con el individuo, pero también, a veces, del abuso sexual que ocurre en estos contextos. «A lo largo de los años, he presenciado una proliferación de autoproclamados chamanes que han convertido esta actividad en un negocio, mientras que otros la usan como plataforma para cultivar su propio culto a la personalidad. He visto algunos contextos chamánicos New Age en los que se mezclan otras drogas, con efectos potencialmente desestabilizadores, o en los que el consumo de la sustancia reemplaza su valor supuestamente ritual, dando origen a una nueva dependencia psicológica».
El rol de las tesis conspiracionistas
Cuando se aborda el tema de los nuevos cultos y las psicosectas, es común encontrarse con un contexto de creencias y convicciones que sirven de «humus» y «pegamento cultural» entre los adeptos. En el espíritu de los tiempos, estas creencias a menudo se alimentan de las llamadas teorías conspirativas. Le pedimos aclaraciones a un gran experto y estudioso del fenómeno, Adam Enders, profesor asociado de ciencias políticas en la Universidad de Louisville, en Kentucky. El centro de su trabajo académico y de investigación es la psicología política de las creencias en teorías conspirativas y el extremismo, la medición de los prejuicios raciales y la polarización política. Enders es autor, junto con Joseph Uscinski, de un reciente manual publicado también en nuestro país titulado Le teorie cospirazioniste. Un’introduzione (Franco Angeli, 2024).
«Los cultos – explica Enders – se definen por su estatus marginal: no hay muchos, generalmente no están compuestos por muchos miembros y tienden a girar en torno a ideas inusuales (por ejemplo, las profecías sobre el fin del mundo) y figuras carismáticas. Las teorías de la conspiración, por otro lado, están bastante extendidas. Mientras que algunas teorías sobre reptilianos interdimensionales y mutantes, o incluso QAnon, parecen atraer a menos del 10 por ciento de los estadounidenses, muchas otras teorías (sobre el ‘Deep State’, los Illuminati, las acciones nefastas de personajes políticos de un bando y el Covid-19) pueden atraer a una cuarta parte de las personas o incluso a más. No es útil ni correcto equiparar las teorías de la conspiración con los comportamientos de los cultos, aunque las teorías conspirativas a menudo son centrales en los cultos».
* Pierangelo Garzia, escritor científico en el ámbito de la medicina y las neurociencias, es jefe de prensa de Auxologico IRCCS. Fuera del mundo hospitalario y de la investigación médica, se recarga con lecturas amenas, cómics, cine y el estudio de los aspectos neuropsicológicos de la magia (en el sentido de ilusionismo y mentalismo).