La Voz de Galicia (España), Tamara Montero, 2.03.2025
No todos los grupos que tienen comportamientos sectarios son sectas y es necesario huir de la banalización del término. Lo aclara Miguel Perlado, impulsor del X Encuentro Nacional sobre Sectas que este fin de semana se celebró en Santiago de Compostela y en el que abordó el juicio contra los Miguelianos.
– Usted fue uno de los peritos del juicio de los Miguelianos
– Es un caso paradigmático en cuestión de sectas y a mi entender marcó un punto de inflexión, porque introdujo un tema de elevada complejidad a la hora de evaluar, que es cuando las víctimas se convierten en victimarios y forman parte de la estructura manipulativa del grupo. Esto puede ser interesante para otros casos, como el del tío Toni en Castellón.
– ¿La imagen de las sectas es muy estereotipada?
– Hay un conocimiento muy limitado y además, a veces, se siguen perpetuando algunos estereotipos por los cuales el gurú tendría un poder omnipotente y la víctima sería casi alguien muy débil, que no tiene capacidad ni recursos. Hay muchos matices, son interacciones muy complejas. Hay que quitarse esa idea tan estereotipada porque el riesgo es que las víctimas continúen siéndolo toda la vida. Por eso no me gusta tanto hablar de víctimas como de supervivientes, personas que sí fueron victimizadas pero que pudieron dar la vuelta a la experiencia, salir adelante y trasladar lo que han vivido para que otros puedan conocer.
– Como en diferentes series que han salido los últimos años.
– Estas series educan mucho y ayudan, pero a veces hacen que el espectador se distancie y diga: «Yo nunca caería ahí, ¡está claro que eso es una secta!». En las series solo se ve la foto final de un proceso que es de cocción muy lenta.
– Y eso debe complicar la salida, que esas personas se conviertan en supervivientes.
– Sí, lo que se acompaña de un contexto cultural y social donde todo se desdibuja cada vez más, así como de una cierta banalización del fenómeno con frases como que cualquier religión es una secta o que hay muchas empresas que son como sectas. El conocimiento que nos da el trabajo con personas atrapadas en sectas nos permite ampliar la mirada para contemplar otras situaciones que utilizan los mismos mecanismos, por ejemplo, ciertos influencers o youtubers que están proliferando con mensajes simplificadores, con clichés, con un espíritu de comunidad virtual, con un «nosotros formamos parte de una élite, no somos como la gente común». Son los mismos resortes, el mismo discurso, la misma narrativa. ¿Son una secta? No exactamente pero, ciertamente, el conocimiento que tenemos sobre las sectas nos permite poner el foco sobre otros fenómenos para entender los riesgos de ciertas dinámicas sociales que se están dando.
– Estaba pensando en el fenómeno de Llados.
– Yo creo que es excesivo describir este tipo de propuestas como sectas. Son funcionamientos que tienen una narrativa sectaria y que exigen de sus adherentes una devoción que puede dañarles, sí, pero faltarían otros indicadores para poder hablar de una secta en sentir estricto. Evidentemente, corren más riesgos con el tiempo de estructurarse o cronificarse y acabar formando secta. Pero aplicar indiscriminadamente el concepto de secta a cualquier formación que suene o que tenga una narrativa semejante no está exento de riesgos, porque se puede perder definición. Sí que hay una narrativa tipo secta, sí que hay un endiosamiento de este tipo que busca que le adoren hasta cierto punto, pero faltarían otros indicadores necesarios. En cualquier caso, lo interesante ya no es tanto tildar a tal grupo como secta o no, sino poder atender y comprender el mecanismo que se pone en marcha y analizar detenidamente la narrativa que se propone.
Miguel Perlado describe en las sectas un mecainismo que es semejante al de la violencia machista.
-Absolutamente. Estamos hablando de una dinámica de relación que tiene que ver con una relación de poder desigual, donde no se cuida al otro, sino que se le maltrata, se le explota y se le retuerce. Es exactamente lo mismo que sucede en una relación de incesto dentro de una familia, por ejemplo, o lo que observamos en una relación maltratante, y de ahí que cueste tanto abandonar estos contextos, porque operan los mismos mecanismos. Lo que pasa es que en estos otros contextos sectarios hay otros revestimientos de índole espiritual, transformativa, religiosa…toda una ideología que impregna el funcionamiento abusivo.
-¿Hay un perfil de víctima y de victimario?
-No, no existe un perfil único, existen momentos de vulnerabilidad. Ni hay un perfil único de víctima potencial ni tampoco hay un perfil único de fundador, guía, maestro o líder. Hay una amplia variabilidad. Normalmente, también se estereotipan mucho, como si todos fueran como un Charles Manson: locos, enajenados, psicópatas. También hay una importante diversidad, aunque en el caso de los profetas o gurús de sectas, como prefiramos llamarlos, observamos un cierto punto común que tiene que ver con dosis variables de algo que describimos como un narcisismo maligno, que tiende a la explotación de los demás y obtiene un beneficio del control y el dominio de los otros.
-¿El negacionismo y la desinformación abonan el terreno para las sectas?
-Hay crisis de valores, desdibujamiento de la identidad y transformaciones sociales y económicas muy cambiantes que descolocan a las personas. Y desde la salida de la pandemia hemos asistido también a la proliferación de todo tipo de negacionismos y desinformación. Eso también impacta en la proliferación de estas propuestas, por supuesto, a la vez que al modo en que se te acercan. Hay toda una serie de variables que tiene tienen que ver con el contexto social en el que estamos viviendo, donde observamos además, no sé si decir una pandemia, pero si una extensión sin igual de un narcisismo sin límites y a una intoxicación informacional que da lugar a una no diferenciación de prácticas que pueden terminar resultando dañinas. Y estos grupos, lejos de ser agrupaciones pequeñitas que funcionan en lugares perdidos, se han convertido en empresas de la iluminación instantánea. Estamos hablando, por tanto, de un fenómeno globalizado y trasnacional. Muchas de las sectas bien establecidas son ya empresas insertadas en el mercado global que ofrecen desde servicios informáticos hasta clases de superación o crecimiento personal. Estamos hablando por tanto de niveles organizativos complejos y potentes.