Europol (The Netherlands), 20.02.2025
Comunicado de Europol. Traducción de Miguel Perlado
¿Qué está ocurriendo?
El fenómeno de la explotación violenta online, en concreto la presión ejercida sobre los jóvenes para que se unan a comunidades tipo secta, ha aumentado considerablemente en los últimos años.
La aparición de diversos grupos y plataformas digitales que normalizan actos de crueldad extrema, extorsionan a las víctimas y radicalizan a las personas para que lleven a cabo actos de extremismo violento, supone una grave amenaza para la seguridad pública.
Estos grupos online están interconectados, formando una red que recluta a delincuentes y víctimas a escala mundial. Los contenidos compartidos por las personas pertenecientes a estos grupos son extremadamente violentos, y van desde el gore y la crueldad con los animales hasta material de explotación sexual infantil o el asesinato. La difusión de contenidos extremos sirve para insensibilizar a personas vulnerables, con el fin de romper las normas sociales y naturalizar la violencia para corromper a los menores y prepararlos para la violencia en el futuro. Estos grupos criminales o extremistas violentos compiten entre sí para compartir los contenidos más violentos. Funcionan de forma similar a ciertas sectas cuyos líderes carismáticos utilizan el engaño y la manipulación para hacer que sus seguidores queden obedientes y dependientes del grupo.
Sus principales objetivos son los menores y los jóvenes vulnerables, que son identificados y captados en plataformas online de gran difusión, y manipulados mediante coacción psicológica. Mediante esta coerción, los autores imponen la conformidad y mantienen el control sobre las víctimas. Los miembros de los grupos de extorsión en línea emplean diversas tácticas para perpetrar sus actividades delictivas.
¿Cómo operan estas redes?
La red que forman tales personas busca activamente a personas vulnerables en plataformas ampliamente accesibles en las que los jóvenes interactúan con frecuencia. Las plataformas de juegos, los servicios de streaming e incluso las redes sociales más populares, son buenos lugares para identificar y captar víctimas potenciales e inducirlas a espacios de comunicación más privados.
En las redes sociales, los agresores analizan el comportamiento en las redes sociales y se dirigen deliberadamente a menores que ya muestran algún indicio de vulnerabilidad, y que serían objetivos más fáciles de preparar y manipular. Los objetivos preferidos son los menores especialmente vulnerables de entre entre 8 y 17 años, especialmente LGBTQ+, minorías raciales y aquellos que luchan contra problemas de salud mental, como la depresión o la ideación suicida. Se han identificado también comunidades online de autoayuda o apoyo dedicadas a personas afectadas por esos problemas, como un terreno fértil para la identificación de nuevas víctimas. En algunos casos, los agresores se infiltran en alguna línea de apoyo a la salud mental para identificar y reclutar a jóvenes vulnerables.
El contacto online con las víctimas suele comenzar con interacciones inocentes antes de escalar a un comportamiento depredador. Las actividades de captación suelen caracterizarse por el uso de la técnica del «love bombing», que consiste en tratar a la víctima con sumo cuidado, amabilidad y comprensión para ganarse su plena confianza. En esta fase, los delincuentes también recopilan información personal de sus víctimas (identidad, número de teléfono, domicilio, nombres de familiares, etc.). Esta información es compartida por la persona o recopilada a través de fuentes públicas. Una vez que los agresores han adquirido esta información, la utilizan en la fase de explotación del proceso de captación.
Una vez ganada la confianza, la comunicación se desplaza a espacios online más privados, como las plataformas de comunicación cifrada de extremo a extremo, donde tiene lugar la explotación. Aquí, las víctimas son coaccionadas para que compartan contenidos explícitos o realicen actos dañinos, normalmente bajo la amenaza de chantaje. Las tácticas típicas de extorsión incluyen la amenaza de compartir el contenido explícito de la víctima con sus familiares, amigos o comunidades online a menos que cumplan otras exigencias.
Estas demandas de extorsión son actos que contribuyen a avergonzar y aislar a las víctimas, con el objetivo de prolongar el ciclo de explotación. Estas exigencias incluyen la producción de imágenes de imágenes sexualmente explícitas, la comisión de actos de violencia contra otras personas y animales, autolesiones e incluso intentos de suicidio y suicidio.
Los actos de autolesión que se suelen exigir son cortes, quemaduras y el grabado de nombres o símbolos en la piel de las víctimas con cuchillas, en señal de lealtad al lealtad al agresor y al grupo. En algunos grupos afiliados a este tipo de redes, la incitación a la violencia se traduce en exigencias que afectan a víctimas que no están directamente relacionadas con el grupo. Las autoridades policiales de la UE han identificado varios casos en los que los miembros causaron lesiones graves y perpetraron asesinatos dirigidos tanto a familiares como a transeúntes. Estos actos de extrema violencia suelen estar relacionados con comunidades con conexiones ideológicas violentas de extrema derecha. Sus líderes abogan por el colapso de la sociedad moderna mediante actos de terror, caos y violencia, ideologías que inspiran tiroteos masivos, atentados con bomba y otros actos de terrorismo.
Detección
La detección de estas actividades delictivas es primordial, no sólo para disuadir de la violencia y el daño contra los objetivos -jóvenes en situación de riesgo-, sino también para evitar el riesgo de que las víctimas sean manipuladas para que se conviertan en delincuentes y dañen a más personas.
Reconocer en una fase temprana que un joven puede verse influido por estos grupos violentos online es esencial para garantizar una intervención oportuna por parte de los cuidadores y las fuerzas del orden. Esta intervención temprana es clave para salvaguardar a las víctimas y atajar las redes que se esconden tras estas comunidades en línea. Existen una serie de indicadores que pueden ayudar a identificar los primeros signos de afiliación:
Indicadores de comportamiento
– Secretismo sobre las actividades en línea: ocultación de pantallas cuando se les aborda, uso de cuentas múltiples o anónimas.
– Retraimiento y aislamiento: pasar demasiado tiempo solo, distanciarse de la familia y los amigos.
– Angustia emocional: cambios repentinos de humor, signos de ansiedad o depresión.
– Interés por contenidos nocivos – fascinación por ideologías extremistas, símbolos, temas oscuros y/o material violento o gráfico.
– Cambios en el lenguaje o los símbolos utilizados – uso de jerga, códigos o símbolos asociados con el grupo.
– Ocultar signos físicos de daño – llevar mangas largas o pantalones en circunstancias inusuales para ocultar signos de autolesión, lesiones o marcas relacionadas con la coacción.
Indicadores de comportamiento en línea
– Actividad inusual en plataformas: uso excesivo de aplicaciones específicas asociadas al grupo.
– Interactuar con contactos desconocidos: entablar conversaciones con desconocidos que que fomentan el secretismo.
– Comunicaciones encriptadas: uso de aplicaciones de mensajería que proporcionan anonimato sin un motivo claro.
– Exposición a contenidos perturbadores: acceder o compartir material violento o gráfico.