El Correo (España), Doménico Chiappe, 12.05.2024

Al paso del líder tenían que postrarse tres veces. No se le podía mirar ni tocar. Él se rodeaba de cuatro mujeres, sus lugartenientes. La sola advertencia de ostracismo y expulsión bastaba para someter a sus adeptos, que hacían ayunos, retiros en la oscuridad y vigilias. Buscaban «alcanzar el estado de iluminación». Habían sido personas interesadas en la espiritualidad pero perdieron sus identidades individuales. ¿En cuanto tiempo? «Lo que tardamos en volvernos cada vez más cerrados fue un año», responde M., que estuvo al inicio de una secta fundada hace 17 años y que fue intervenida recientemente por la Policía Nacional.

Ella recuerda que «no buscaba un maestro. Quería crecer personalmente», en un momento en que se sentía vulnerable. «Había fallecido un familiar cercano en un accidente y me impactó muchísimo». Al principio ‘el gurú del mercurio’, como se conoce a José Manuel Cánovas, era amable. Un amigo. «Poco a poco empezó a encerrarse, salía en éxtasis». Para entonces ya había comprado unos terrenos rústicos en Murcia con el dinero de sus adeptos y creado la asociación Mahasandhi. Sus más fieles, como M. se marcharon a vivir en sus predios, en casas cuevas. «Experimenté cambios, no eran normales. De repente mi corazón se abría y creía que él tenía una energía especial. Ahora entiendo que era el efecto de las drogas. Nosotros creíamos que era por su práctica», dice M.

Las sectas proliferan en España y son muy distintas a las «peliculeras» que se transmiten en los documentales de las plataformas de ‘streaming’, afirma Juantxo Domínguez, presidente de RedUne, una entidad que asesora a los afectados de las sectas y actúa como acusación en siete casos que se dirimen en los juzgados. Se camuflan en «el crecimiento personal, las pseudoterapias, los métodos de sanación y de liberación financiera», explica. «Ahora son una ensalada mixta, mezclan todo con mensajes muy elaborados. Están registradas como asociaciones, fundaciones, grupos culturales o religiosos, incluso como lugar vacacional. En torno a las redes sociales surgen los nuevos gurús».

Basta con echar una mirada a Instagram, por ejemplo, para dar con este tipo de propuestas Hay un hormonado hombre que asegura que pasó de la indigencia a conducir un coche de tres millones de euros en unos pocos años. Ofrece compartir su fórmula pero recuerda que lo más importante es el «alma, Jesucristo». Tiene 1,3 millones de seguidores. También hay unas delgadas y jóvenes bailarinas que saltan con el tecno o meditan con ‘aleluyah’ en «fiestas rituales, locas y salvajes» que luego pasan a ser retiros de días y semanas con talleres por un precio de unos 100 euros diarios por participante. Más de 10.000 seguidores. O un multado Josep Pámies, que sigue pregonando curaciones con lejía y organiza un curso intensivo para 700 asistentes, en el que ratifica su pseudociencia.

A un clic, una habla de «psicomagia» a través de la fusión de «arte, juego, naturaleza, espiritualidad», y otra ofrece una «experiencia extática» y «tántrica» a unos 750 euros la pareja por cuatro días de retiro. Los que caen en la trampa comienzan un camino de incierto retorno. «Es muy duro para los que están dentro darse cuenta de que lo que viven y por lo que luchan es una gran mentira, después de los cambios que han hecho en sus vidas, con rupturas familiares y laborales», afirma la inspectora jefa de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional, especialista en sectas destructivas.

Doctrinas digitales

Bajo la guía de Cánovas, en la secta murciana celebraban ceremonias con alucinógenos como ayahuasca y peyote y en la organizaban cursos intensivos y retiros con unos 400 asistentes, según M. que hace dos semanas presentó una querella contra él después de ocho años de abandonar el grupo. «Yo dejé mi trabajo y mi forma de vida para ayudarlo a él 100%, y filtré mercurio durante diez meses», mantiene M., que trabajaba en un laboratorio instalado en la finca, donde se elaboraban mejunjes homeopáticos que podían superar los cien euros por dosis, según la querella.

Su tarea consistía en cambiar el estado del mercurio de líquido, como lo compraba el líder en el mercado negro, a sólido, para usarlo con sus seguidores. Les daba leche y agua, en las que había sumergido una bola del tóxico elemento, que «rebaja la capacidad de libre voluntad», indica la demanda que se dirime en un juzgado de Cieza (Murcia). Aunque cercado por los procesos judiciales, Cánovas aún convive con más de una decena de seguidores, entre ellos la hija menor de M., con la que ella no habla desde hace diez años. «Yo he hecho cosas allí que no me hubiera imaginado jamás», mantiene M. sobre el grado de subyugación al que llegó. Para determinar que un grupo es, en realidad, una secta tienen que darse tres características, aprecia Miguel Perlado, fundador de la Asociación Iberoamericana de Investigación del Abuso Psicológico (Aiiap). Primero, la presencia de un liderazgo autoproclamado, carismático y narcisista; segundo, una dinámica que controle la personalidad de los miembros, y tercero, que genere daños a la persona, a su familia o a su patrimonio. «Son las nuevas formaciones las que más preocupan», dice Perlado. «Las redes sociales son una pantalla de proyección tremenda, con recursos de reclutamiento indudables. Son hábiles y sofisticados, e inyectan dinero para atraer. Observamos la emergencia de la secta digital, con adoctrinamiento ‘on line’ y finalmente contacto ‘off line’».

La conexión ahora se establece vía internet. El «regalo luz» se transmite por zoom, con auriculares «para estar más conectada a tu interior», durante una hora por sesión en «luna nueva», promociona otro perfil. «Se puede montar una secta desde el móvil», coincide Domínguez, ante una oferta «inabarcable». «A primera hora de la mañana le das una miga de pan a tus seguidores y haces retiros espirituales de fin de semana. En este mundillo van copiándose entre ellos».

Como en el caso de M., los grupos de «cuidado y bienestar personal» se ceban sobre personas vulnerables, con un «sufrimiento emocional que quiere superar una determinada situación», explica Perlado. «Aprovechan la necesidad de hablar y de contacto con los demás».

En la adversidad aparecen los «coach de la salud», como motivadores personales y «los gurús del crecimiento personal que inciden en el dolor mental» junto a los que prometen bonanza. «Desde criptomonedas a inversiones con un sistema transformacional absoluto que mezcla lo económico con un mensaje cuasi espiritual de fondo», afirma Perlado.

Crimen lícito

España es un paraíso para las sectas, coinciden los entrevistados en este reportaje. Hay avances. La Policía Nacional creó en marzo un ‘Plan operativo de actuación frente a las sectas’ junto a un observatorio especializado, con un correo específico para denuncias, y el Tribunal Supremo apreció un matiz que podría permitir que los jueces persigan la destrucción de la personalidad por parte de estos grupos. «La especial dificultad es la detección y la localización de evidencia suficiente para probar la manipulación coercitiva, porque se desarrolla en entornos muy cerrados y las personas dentro del grupo no se perciben como víctimas», explica la inspectora jefe, cuyo nombre prefiere omitir por razones de seguridad.

Hasta ahora los líderes de agrupaciones sectarias han caído por estafa o abusos sexuales de menores, entre otros delitos, pero no por adoctrinamiento. «Nunca se ha declarado ilícita una secta en España», mantiene Carlos Bardavío Antón, abogado experto en sectas criminales y manipulación psicológica, que lleva la querella contra el gurú del mercurio. «En los tribunales son reacios a condenar este tipo de grupos, amparados por la libertad de conciencia. Pero el Tribunal Supremo se pronunció sobre la persuasión coercitiva, que sería parecida a la violencia de género psicológica habitual. Con esta jurisprudencia los tribunales inferiores tendrán que analizar con más detenimiento estos casos».

Entre los primeros casos en manos de los jueces después de una operación policial específica para sectas, está el caso de Murcia, en el que M. acusa a Cánovas de estafa, coacción psicológica, amenazas, extorsión, asociacionismo ilícito, delitos contra la integridad moral y los derechos de los trabajadores. ¿Qué debe demostrar en un próximo juicio con diez testigos que fueron o son de la secta? «Hay que demostrar sometimiento, anulación, restricción de la voluntad», responde Bardavío. «Hace falta mucho tipo de pruebas, con testigos, vídeos, mensajes de Whatsapp, contratos para acreditar una dinámica de dominio. Aquí se unen la ingesta de sustancias que rebajan las capacidades volitivas con ese tipo de persuasión sutil, indirecta, con una víctima que participa y obedece órdenes que al principio son inocuas. Quizás sea el primer caso en que se logre la condena».

Por sentencia judicial no se ha disuelto ninguna secta en España, ni sus líderes han sido condenados por asociación ilícita ni coacciones psicológicas, coinciden los expertos consultados. Con el líder encarcelado por abusos sexuales o estafa, los acólitos han proseguido en la misma dinámica a la espera que salga de prisión. El camino de salida es más largo que el de entrada.

«Los que viven allí son víctimas, gente perdida, rota, machacada»

El adepto a una secta se involucra a «fuego lento», explica el psicoterapeuta Miguel Perlado. «A través de pequeños clics en su cabeza se generan rupturas, hasta alejarse de la familia. Las sectas institucionalizan el abuso psicológico como medida de elevación. Mientras más te rompas más vas a trascender, le dicen y suelen salir después de décadas».

Con un centenar de intervenciones directas a personas que estaban atrapadas en la dinámica sectaria, Perlado se acerca «poco a poco» hasta tener intervenciones intensas, largas, que pueden durar dos o tres días, con disposición las 24 horas. Luego se deja pasar el tiempo para que el paciente «revalúe» su situación. «El enfoque no es violentarlo sino generar un diálogo. Ahí empieza la posibilidad de salida. Hay abstinencia física e interior, como con las drogas. La persona tiene pánico a soltar las gafas que le colocó el grupo para mirar la realidad. A caer en la nada, en la locura, en lo peor».

En la querella contra el gurú del mercurio, José Manuel Cánovas, sólo hay dos querellantes. «Los demás tienen miedo, piensan que tiene poderes. Te enseñan que el gurú es más importante que Dios y si le haces daño vas al infierno», reconoce M., exmiembro de la secta Mahasandhi y querellante.

Su experiencia la refrenda TZ, una mujer que acudió a un retiro en este lugar y la atrapó la pandemia. Estuvo allí más de un año y limpió los envases homeopáticos. «Vi el miedo y la jerarquía», cuenta. «He visto LSD, porros, pero no sé quién lo daba. Había un niño, pobre- cito mío, que no tenía cinco años y se autolesionaba».
«También he visto las cicatrices en la lengua de los cortes en el frenillo que hacían en los rituales», prosigue. «A dos chiquitas de 18 años que ha- cían chirivitas, ponían inciensos y sonaban los tambores, y otros con los ojos en blanco».

No huyen. «Tienen miedo. Los que viven allí son todos víctimas. Gente perdida, rota, machacada, ese es el caldo de cultivo. No soy afortunada por ver tanto sufrimiento. Y mientras tanto el señor estaba en su reino, en su búnker con terraza y jacuzzi, sin relación con los demás». Con su reino en la cuerda floja, este gurú podría ser el primero en caer de una larga lista.