JULIO FUENTES| INTER| El Mundo, 27.03.1994

ROMA. Representan la voz profunda de Italia, a los airados, los ofendidos, los marginales y, en algunos casos, a las víctimas del sistema corrupto de poder que ha gobernado la República en las últimas décadas. Son los héroes solitarios que no ganarán las elecciones del 27-28 de marzo, príncipes y «gurús», damnificados por la Mafia o el «saqueo» de los políticos locales, airados independentistas sicilianos, campesinos sin tierra o víctimas inocentes del caótico sistema sanitario italiano. Candidatos olvidados considerados como «extravagancias» electorales que luchan humildemente, sin dinero ni canales de televisión, por un átomo de poder en el nuevo Parlamento.

Entre las 320 candidaturas -el nuevo «frankestein» surgido del laboratorio político italiano- se presentan decenas de listas «individuales» que representan la expresión personalizada de la idea de un solo hombre o movimiento político minoritario.

Es el caso del partido «Sicilia Libre», liderado por Beniamino Donnici, que intenta, sin demasiado éxito, reafirmar la identidad de Silicia ante el «desprecio del resto del Estado y el gobierno de la Cosa Nostra», según declara a EL MUNDO el propio Donnici.

DICTADURA MAFIOSA. El partido «Sicilia Libre», que aún no ha «decidido la vía de la lucha armada», forma parte de la coalición «Unión Mediterránea», a la que también pertenece el movimiento independentista radical «Calabria Libre».

El movimiento político «Visperas Sicilianas», nombre de la insurrección del pueblo siciliano contra la dominación francesa, se ha constituido como un «movimiento social de protesta» contra la marginación y la represión política y económica que padece esta parte del país, y la dictadura paramilitar impuesta por la Mafia a sus habitantes. En la misma línea, aunque de forma menos radical, se presenta la lista «Robin Hood» por la justicia social.

En el norte de Italia también son numerosas las formaciones minoritarias de inspiración independentista o autonomista. Grupos que reivindican su independencia de un valle a otro o de los pueblos contra las capitales, como «La liga de las Regiones» de Veneto, la «Liga por la autonomía de Trentino», la «Liga Federal de las Regiones de Europa», del Friule, la «Liga Autonomista Toscana», la «Liga de Angela Bossi» (pariente del líder de la Liga Norte, Umberto Bossi) o el movimiento «Veneto Autónomo».

Ninguna de estas formaciones políticas quiere tener nada que ver con el poder «establecido» ni con las dos grandes coaliciones electorales de izquierda y derecha que se disputan el domingo y lunes el poder en Italia.

Entre las listas más extravagantes destaca el movimiento «Recuperar lo Robado», del candidato «individual» Enrico Andreoni, que propone recuperar por la razón o por la fuerza todo lo que los políticos, las instituciones, las administraciones regionales y la Mafia han robado «a mansalva» a los ciudadanos.

Otro es la «Liga de los automovilistas y motociclistas», que se presenta como paladín de los derechos civiles y «circulatorios» de los sufridos conductores italianos, «represaliados por la ley y los carabineros», según afirmó su solitario líder a este diario.

Sin embargo, son dos los partidos extraparlamentarios no terroristas que hacen furor en Italia, el «Viento del Sur-Viva Zapata», liderado por el auténtico príncipe romano Lillio Sforza Ruspoli, candidato electoral por Puglia y nieto del príncipe de Cerveteri, conde de Vigarello y Caballero del Santo Sepulcro; y el «Partido de Maharishi y sus 95 discípulos», liderado por el «gurú» indio Maharishi, que delega su poder terrenal en su discípulo italiano, el también «gurú» Ulisse Gliori, que ha prometido hacer una demostración de «levitación» y «vuelo libre» en el Parlamento italiano si resulta elegido.

El brujo Maharishi, que en la década de los años 60 conquistó la inocencia de los Beatles, ha decidido poner su sabiduría al servicio de la sociedad italiana, fundando el partido de la «Ley Natural», que presenta 95 candidatos en toda Italia. El partido propone como solución a los problemas la «palabra-sueño» y el «mantra», transmitidos durante la iniciación al adepto. El objetivo último del partido es crear una macro-secta en Italia, con la conversión masiva de todos los honorables diputados.

«Nosotros somos un partido anti-partido. Descendemos a la política para traer la paz y acabar con el estrés y las tensiones que son el origen de todos los conflictos. No somos de derecha, izquierda o centro. Hace tiempo que hemos superado todas estas posiciones terrenales. Volamos muy alto, por encima de todas las políticas», declara a EL MUNDO el «gurú» candidato Gliori.

«ZAPATISTAS». Por su parte, el príncipe Sforza, asociado electoralmente al telepredicador Giancarlo Cito, convertido en alcalde de Taranto a través de su carisma semidivino que porta la palabra del Señor en su red televisiva, se presenta como el líder «zapatista» de los campesinos del sur de Italia, entregándoles la tierra usurpada por los terratenientes «burgueses» en detrimento de la aristocracia.

«Ya no somos señores feudales, como en el pasado. La suerte de los campesinos y los agricultores está ligada a la de los empresarios agrícolas. Los nuevos enemigos de nuestra clase y de los campesinos son las familias de la nueva burguesía, que han monopolizado la agricultura», dice este príncipe feudal, que reside en su palacio romano de Ruspoli, en compañía de enormes perros «gran danés» y sirvientes enfundados en libreas doradas.

Otra novedad del proceso electoral que se dilucida a partir de hoy ha sido que, por primera vez, han concurrido candidatos católicos en todo el espectro político, circunstancia que ha obligado al Vaticano y la Iglesia italiana a pensarse mucho por qué partido concreto pedir el voto.

Desde la derecha (ex democristianos de Casini) a los progresistas (católicos en Alianza Democrática y Red de Leoluca Orlando, antigua Democracia Cristiana), pasando por formaciones centristas (PPI de Mino Martinazzoli y Acto por Italia de Mario Segni), todos los partidos presentan candidatos católicos. Los obispos italianos «no apoyan, pero ven con buenos ojos la presencia de católicos de forma autónoma y bajo su exclusiva responsabilidad», y también aprueban que «algún partido, basándose en un programa inspirado en la doctrina social de la Iglesia, pida el voto a los católicos», sin que ello signifique «firmar un cheque en blanco a dicho partido». En definitiva, el consejo de la Iglesia italiana a los electores se limita a la exigencia moral de ser «coherentes» con las propias creencias.