Emeequis (México), Eduardo Lliteras, 1.06.2014
Vestido completamente de blanco, descalzo y sentado frente a un espejo en las instalaciones de un viejo cine cercano al lago de Bracciano, luego de ayunar rigurosamente durante tres días, Gianluca Bellini comenzó a tener visiones.
No le pareció extraño. Ya le habían advertido de la capacidad que ella tenía para realizar viajes astrales, de sus contactos con seres extraterrestres y de su descenso a los infiernos.
Así que recordó que debía llamar a su “maestro espiritual” para alcanzar el “tercer nivel” de las enseñanzas que la líder del grupo le transmitía.
Gianluca se encontraba en las instalaciones de Il Centro, en el número 5 de la Via delle Molare, a donde había acudido luego de que un amigo suyo le hablara maravillas de lo que ahí ocurría.
“En el primer encuentro sentí una onda de energía, como si el cine se llenara de un metro y medio de agua, como si inundara el lugar de forma violentísima, pero no era agua, era energía. También sentí miedo y me impresionó mucho”, recuerda este herbolario italiano.
Una huella igual de profunda le causó encontrarse con el rostro de Carolina Zalce de la Peña, la atractiva santona mexicana que subyugaba a cientos de italianos: “La primera vez que la vi, ella se volteó de golpe y me sentí sometido, tiene mucha energía; es muy fuerte”.
Gianluca no sólo quedó atado a la personalidad de Carolina sino que comenzó a recorrer un camino azaroso que lo llevaría, tiempo después, a 9 mil 392 kilómetros de distancia, a otro continente, a un país con lengua distinta, a perder familia y patrimonio y a sumirse en laberintos que le costarían impensados esfuerzos salir.
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La mujer que arrastró a Gianluca, primero, y a su entonces novia, después, tenía una pinta particular: Carolina Zalce de la Peña es elegante, alta, de cabellos rubios, tez blanca, prominente nariz aquilina, mirada penetrante y una larga sonrisa.
Muy lejos se encontraba Carolina de la Ciudad de México, en donde nació el 25 de enero de 1942, y en donde se casó en segundas nupcias con Oscar Herrera Brauer, el eficiente técnico que el entonces presidente Luis Echeverría designó como secretario de Agricultura y Ganadería el 2 de enero de 1974.
Brauer, reputado doctor en genética, fue nombrado un par de años después como embajador mexicano ante la FAO, en Roma, Italia, a donde se trasladó con su nueva familia.
Y en esa nueva residencia es donde aparece Carolina, sólo que en una escenografía idílica y convertida en una santona que predicaba en una lujosa villa, circundada de frondosos pinos, frente al azul marmóreo del lago cercano a Roma y una pirámide construida en madera.
Zalce de la Peña llegó a Roma con su esposo y, de alguna manera, comenzó a enrolar adeptos. En los años ochenta, con miles de personas inscritas en sus cursos, pudo adquirir un amplio complejo inmobiliario, residencial y agrícola en Bracciano, que se convertiría en la sede de la asociación “Il Centro” (El Centro), también conocida como Evo Cris o Evocris.
Justo el lugar donde Gianluca quedó enredado y en donde sucedían cosas provenientes del mundo irreal. “Sólo la magia puede producir esos efectos. En una ocasión fotografiaron a Jesús junto a ella. En una fotografía aparecía Jesús y con esto ha demostrado que junto a ella estaba Jesús”.
Bellini comenzó entonces un auténtico descensus ad inferos arrastrado por la personalidad de Carolina Zalce.
“Ella martilla a las personas, las humilla, les dice de todo. Dice que su técnica no es la de dar la mano a la persona que tiene necesidad, sino patearla para mandarla hasta el fondo del pozo, de forma que la persona, cuando toca fondo, resurja”.
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Una vez que el grupo de asiduos se amplió, Zalce de la Peña obtuvo en junio de 1989 un acta pública para la sede de Il Centro en Bracciano. Tres años después, el 12 de junio de 1992, y con una ola creciente de seguidores, logró que el Ministerio del Interior italiano la aprobara como asociación y ente moral.
Il Centro vivió a partir de ahí épocas de auge y bonanza. Carolina, cuya serena belleza y dones oratorios cautivaban a centenares de italianos, desplegó su aura sobre ellos. La fama de sus pláticas navegó por Italia y, ciertamente, por las antiguas calles romanas, de donde era una buen parte de los asistentes a la villa.
Una de las italianas que sintió curiosidad e interés por conocer las maravillas del mundo ofrecido por Carolina era una reconocida antropóloga llamada Cecilia Gatto Trocchi.
No faltó demasiado para que Cecilia, una estudiosa de sectas y cultos esotéricos, ingresara al laberinto de enseñanzas, creencias, preceptos y fantasías ofrecido por Carolina.
Ella estaba lista para empezar. Así que se alistó para tomar los cursos y hacer suyas las enseñanzas articuladas en cuatro niveles.
Las primeras lecciones eran presentadas como técnicas de relajamiento que daban la sensación de resolver pequeños problemas cotidianos, pero sin que los seguidores entendieran que con ello comenzaba el debilitamiento de sus resistencias psicológicas, lo que los llevaría pronto a la sugestión y a la hipnosis.
Carolina se colocaba ante ellos y pronunciaba las frases con pausas estudiadas. “Quien no se ayuda, no puede ser ayudado; quien no se mueve, no puede alcanzar ninguna meta”, recalcaba.
La idea central de sus enseñanzas era simple, pero los convencía: “El hombre no se conoce. Si se conociera, no habrían sufrimientos y dolores”.
Carolina miraba a su auditorio, en el que Cecilia Gatto se encontraba, y apuntando el dedo declamaba: “Tú tendrás ciertamente una buena instrucción, poseerás una vasta formación cultural y la capacidad de desarrollar un trabajo. Ignoras, sin embargo, los mecanismos de tu pensamiento y de tus emociones”.
El auditorio, entonces, aplaudía, relata Gatto Trocchi, y Carolina seguía con inspiración: “¿Tienes miedo de las enfermedades? Quiere decir que piensas en ellas y no sabes que haciéndolo te sintonizas, y que de esta manera creas el campo (sic) para su manifestación”.
Zalce de la Peña embestía entonces con otra carretada de ideas parecidas: “Tú no sabes controlar las causas de tus malestares. Pero la posibilidad existe, y está dentro de ti”.
Luego citaba, como todos los esotéricos, la famosa inscripción del templo de Delfos: “Conócete a ti mismo”.
Encuentro tras encuentro, Carolina desarrollaba sus enseñanzas, a las que buscaba dotar de un aura de respetabilidad. Así como los físicos habían descubierto las partículas sub atómicas, decía Carolina según relata Cecilia Gatto, los otros “científicos” habrían descubierto el modo de controlar el pensamiento.
Se avanzaba hacia lo que Carolina pretendía conseguir como último fin: “La posibilidad de entrar en el subconsciente con la conciencia”, cualquier cosa que ello significara.
La antropóloga cuenta entonces la dinámica que se producía luego de las lecciones en lo que llamaban “debate”.
Carolina no respondía las preguntas críticas, frecuentemente pertinentes, pero sí ridiculizaba a quien las hacía. Se volvía sarcástica y agresiva, insultaba la cultura de los “profesorcitos” y de las academias, se burlaba de las “mentiras oficiales”, hablaba de millones de personas asesinadas por la cirugía y la medicina.
Pero, por el contrario, era dulce y solícita frente a las preguntas tontas: repetía sonriendo su punto de vista y frecuentemente enviaba un beso con la punta de los dedos.
Carolina buscaba legitimar sus teorías en la ciencia. Citaba matemáticas y científicos para validar sus afirmaciones, que se limitaban en realidad a una sola: la energía mental es la creadora de la materia.
Carolina abrevaba en la tradición cultural de varias religiones de forma superficial, se apropiaba de fábulas hinduistas, de parábolas zen y de párrafos de los Evangelios. “Un cóctel heterogéneo y extraño que era tomado por casi 2 mil personas como si fuera oro”, cuenta Cecilia Gatto.
Al final del curso para concluir el primer nivel venía la parte práctica para realizar los “milagros”.
Después de la relajación, Carolina instruía: “Debes crear la imagen deseada; la imagen debe ser creada, no pensada. Debes tener la certeza de que lo lograrás, porque con la fuerza de imaginar y de intensificar la imagen, estás construyendo la imagen. Recuérdalo: tú eres el creador”.
Se lanzaba entonces a envolverlos con una serie de ideas que los impactaban, aunque pocos pudiesen entender qué es lo que quería su santona: les decía cosas como que la imagen debía ser sometida a una “limpieza interior”, y luego pasada “a la Mente Universal”, en donde había que insertar la imagen y confiar en ella y tener la certidumbre del éxito y…
Así les decía. Y ellos buscaban conseguirlo para pasar al segundo nivel. Ansiaban hacerlo.
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Las palabras han sido aliadas de Carolina. Subyugantes, confusas, impactantes, engatusadoras. Le han permitido disfrutar temporadas de largos y buenos tiempos, abollados por uno que otro sobresalto. Como el de 1998, cuando especialistas del Ministerio del Interior de Italia elaboraron un informe de lo que calificaron como la secta religiosa “Evo Cris” o “Seguidores de Carolina”.
Alertado por denuncias de quienes se sintieron engañados, ese Ministerio comenzó a indagar a Carolina Zalce y a su organización, dedicada a la estafa mediante su discurso pseudo religioso, llegando a la conclusión de que se trataba de una secta y catalogándola como tal en un informe del cual emeequis tiene una copia.
El reporte del Ministerio del Interior señala que “según fuentes indirectas, la mujer sería capaz de subyugar psicológicamente a sus adeptos al grado de transformarlos en mano de obra en las tierras que posee al otro lado del océano, adonde son organizados periódicos peregrinajes”.
Según el Viminale, como se conoce también a ese Ministerio, “la doctrina propugnada por la mujer, que por otro lado rechaza toda relación con la prensa y cualquier forma de publicidad, se articula en cuatro niveles, alcanzables siempre que se asista a varios cursos pagados”, en los que respectivamente se aprende:
1) A alcanzar el estado Alfa (en el que se puede dar vida a pensamientos positivos, que después se concretan).
2) A ponerse en contacto con la Mente Universal (esto consentiría realizar también curaciones a distancia).
3) A acceder a la visión del Maestro Invisible (ampliando así sus propios poderes).
4) A hacer viajes astrales, tomando contacto con los extraterrestres (Carolina sería uno de ellos).
El informe del Viminale advertía que existwía el temor de que individuos o grupos pudieran ser responsables, al llegar el segundo milenio, de actos cruentos.
“Ante la creciente alarma social, se ha visto la necesidad de examinar el fenómeno y verificar la existencia de un concreto peligro para el orden público y la seguridad” de los ciudadanos italianos.
De hecho, la multiplicación de sectas y cultos en Italia originó la creación de la Squadra Speciale Antisette o SSA (Escuadrón Especial Antisectas), grupo compuesto por agentes expertos en la materia, entre analistas, investigadores y psicólogos que se ocupan de los delitos ligados a los grupos esotérico-religiosos.
Poco después, en el mismo 1998, el Ministerio difundió una lista de las sectas peligrosas que operaban en Italia. Y entre éstas se encontraba la organización fundada por Carolina Zalce.
Era una señal, no precisamente divina, de que las cosas podrían tornarse difíciles. Así que Carolina emprendió el regreso a México. No sería, sin embargo, para siempre.
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El verano del 2009 cubría la hermosa campiña que rodea a Saló di Garda, en Brescia, al norte de Italia, y Gianluca Bellini y su esposa Laura Grassi hacían planes para su futuro inmediato. Luego de asistir a los cursos impartidos por Carolina Zalce y de escucharla en varias ocasiones estaban dispuestos a arriesgarse. Querían probar lo que su guía les había ofrecido. “Las nuevas perspectivas de un nuevo camino interior que podía concretarse en México”. Así que decidieron apostar y mudarse a otro continente para alcanzar un nuevo estado espiritual en su vida.
Vendieron todo. Los muebles del negocio y también los de la casa, la camioneta BMV deportiva, los electrodomésticos, los armarios. Empacaron algunas cosas que deseaban tener consigo en esta etapa: su cama, el laboratorio de Gianluca, el gato, libros y otros enseres queridos.
Contrataron una mudanza que llevara sus pertenencias a Roma, desde donde fueron trasladadas a un puerto y embarcadas finalmente hacia México.
Gianluca y Laura compartían la emoción. Tenían sus sueños, más de 100 mil euros y deseos de emprender una nueva y prometedora vida en la comunidad de Xul, Yucatán, a donde un año antes ya habían ido como parte de su viaje de luna de miel.
Pasaron su última noche en Italia, abrazados y en duermevela, en un bote. Nada podría fallar.
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Como los otros discípulos enrolados en el grupo, Cecilia Gatto Trochi debía someterse a un examen de fidelidad a la palabra de Carolina. No era lo más complejo.
En el segundo nivel se aprendían “técnicas de limpieza astral” para contactarse con la Mente Universal. Eso requería realizar “rituales espirituales” durante dos días. Se bebían sólo jugos de frutas.
“Carolina decía que desenmascaraba a los sacerdotes mojigatos, que había que creer sólo en ella, que la verdad está en cada uno de nosotros y no en las bibliotecas”, dice Gatto Trocchi.
Una vez que los seguidores de Carolina, entre los que se contaban maestras de primaria, plomeros, universitarios, amas de casa inquietas, funcionarios, artistas, etcétera, llegaban al segundo nivel, había que prepararse para el siguiente ascenso.
Gatto Trocchi dice que para ello se requería “una iniciación secreta”: debían vestir totalmente de blanco y mantener ayuno por tres días. Se meditaba frente al espejo, iluminados con una vela, para poder acceder al Maestro Invisible, que para algunos era Moisés, Jesús o una figura desconocida.
Los progresos eran valorados sobre todo durante los ritos espirituales, en los que se permitía nutrirse solamente de jugos de frutas.
Gatto Trocchi explica que así se crea una situación de bomba glicémica que, combinada con la retención urinaria y los consiguientes cambios de tasas de ácido úrico, predispone al sujeto a sugestiones de tipo hipnótico e histérico.
En esas condiciones, debilitadas las resistencias psicológicas del seguidor, se realizaban las llamadas confesiones de grupo, “sesiones de autocrítica en las que uno es obligado a desnudar el propio yo bajo una tempestad de acusaciones de los otros”, aderezadas con cuestionamientos de Carolina.
Se establecía una especie de juego a la masacre en el que participaban todos contra todos, acusándose el uno al otro de hacer cosas incorrectas y de incapacidad para comprender el mensaje de Carolina.
Carolina se limitaba a sonreír y dejaba que se desencadenaran las emociones más violentas y los sentimientos más competitivos de sus seguidores. De esta forma, Carolina llegaba a ejercitar una influencia sobre la vida íntima de los seguidores, al punto de regular las relaciones sexuales con la pareja: en el caso de que éste se oponga al grupo, impone al seguidor la abstención sexual.
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Quién sabe si Carolina se enterara de lo que Cecilia Gatto, una académica infiltrada en su secta, pensaba de ella:
“Muchos italianos la siguieron, arrastrados por su discurso en el que lo mismo funde y confunde enseñanzas de la doctrina cristiana que principios extraídos de sistemas filosófico-religiosos orientales así como nociones elementales de psicología transpersonal, esoterismo, ocultismo, espiritismo y fantasiosas elaboraciones conceptuales”.
Es probable que incluso Carolina leyera el libro de Cecilia Gatto donde ésta narró ampliamente, como se puede constatar párrafos arriba, su experiencia de incógnito en la secta: Viaggio nella magia. La cultura esoterica nell’Italia di oggi.
No habrá manera de saberlo porque Cecilia se suicidó en julio de 2005.
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La primera ocasión en que Gianluca Bellini escuchó hablar de Las Águilas fue en noviembre de 2007. Un segundo encuentro con Carolina en el viejo cine en el que centenares de italianos la escuchaban con embeleso cumplió su cometido. Su entonces novia Laura se mostró fascinada con la idea de reinventar su vida en una comunidad enclavada en medio de la selva del sur de México.
Quizá no lo sabían, pero ya no habría retorno. Anidado en el espíritu de ambos, el proyecto de encontrar un nuevo sentido a su existencia creció y los llevó a casarse en agosto de 2008. Qué mejor manera de que celebrar que con una luna de miel precisamente en el mágico lugar del cual Carolina ya les había hablado en los cursos.
En realidad, la idea de fundar una comunidad en un lugar apartado de la geografía de Yucatán no había sido de la mexicana, como se los confesó en una de las charlas. “Nos confesó que Jesús, un ente superior extraterrestre y con quien tenía frecuentes contactos desde niña, la había instruido a buscar un lugar así de grande. Se acercaba 2012, el fin del mundo como lo conocíamos, y era hora de pasar a otra dimensión, con los valores de una vida más humana y espiritual”, recuerda Gianluca.
Sería el lugar ideal, les insistía, para ejecutar la “imperiosa necesidad que tiene el planeta de una Guía Superior (sic) de un comportamiento anímico, mental, astral y físico para poder mantener un equilibrio en este momento histórico de la humanidad”.
Así que, convencidos de que ingresarían a un estado y una existencia desconocidos hasta entonces, Gianluca y Laura hicieron una visita al lugar en donde se fundaría la comunidad de la cual deseaban fervorosamente ser parte.
Los recién casados llegaron al lugar. Ahí encontraron a Carolina y a otro pequeño grupo. “Todos juntos visitamos los terrenos donde surgiría la ciudad de Las Águilas”.
Lo que tenían frente a ellos era una casucha y los restos de un centro ceremonial maya en una población remota del sur de Yucatán cubierta de intrincada vegetación.
Pero eso no los desalentaría. Carolina Zalce les describió, con tonos exaltados, lo que en aquel entonces era sólo un proyecto en su mente. Y los convenció, como a muchos otros, de sumarse a la construcción del complejo, y a reservar y pagar 50 mil euros por una casa que sería el mejor refugio ante la anunciada catástrofe que se avecinaba.
El terreno se encontraba en las orillas de Xul, una perdida comisaría del municipio de Okutzcab, vecina a las ruinas mayas de Kiuic, a una hora y media de Mérida. Ahí, en esas poco más de 800 hectáreas, se levantaría la comunidad que llevaría su existencia a otro plano.
Los persuadió, como a centenares de italianos más. Gianluca y Laura regresaron a Italia a preparar todo y, un año después, a relanzar en México una armónica vida en conjunto.
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Unos días después de que la pareja retornó a Pavia, Lombardía, al norte de Italia, Carolina Zalce de la Peña avanzó en su proyecto: los primeros días de septiembre de 2008 firmó un contrato de compraventa con Mateo Granados Tejero para comprar por tres millones de pesos el terreno de Xul, que en lengua maya significa fin, final o fenecer.
Durante meses todos seguirían en lo suyo, cada uno dedicado a sus actividades. Carolina seguiría yendo y viniendo de Italia, con estancias cada vez más largas en México, y la pareja italiana regresaría a Xul en agosto de 2009 a radicar de manera permanente.
Muy pocos sabían de un proyecto cuya construcción avanzaba aceleradamente y al que se sumaban más seguidores llegados del país europeo. La gente de la comunidad empezó a ser contratada en la construcción y otras tareas, y las versiones sobre las actividades de los extranjeros empezaron a inundar los caminos y la selva.
Xul y la comunidad italiana que habitaba el complejo de Las Águilas llegaron irremediablemente a la prensa.
“Construyen ‘La Ciudad del Fin del Mundo’ en Xul”, tituló el diario yucateco Por Esto! una nota publicada el 17 de agosto de 2010, cuyo contenido decía cosas como éstas:
Basados en la presunta profecía maya que señala el 21 de diciembre de 2012 como fecha final de los tiempos, un numeroso grupo de personas de origen italiano ha escogido un lugar cercano a la comisaría de Xul para edificar un conjunto de viviendas, a las que los vecinos de esa comunidad ya conocen como el lugar del “fin del mundo” o del “juicio final”.
La Ciudad del Fin del Mundo fue construida para dar albergue a aproximadamente 150 familias. Las casas construidas por los italianos son peculiares, pues poseen gruesas paredes, poco usadas aquí por el calor que impera en el Mayab…
Algunos habitantes de Xul han trabajado en el levantamiento de las edificaciones, las cuales se ubican sobre cerros, pues sus propietarios aseguran que tienen que ver con el supuesto fin del mundo para el 2012…
Los italianos que ya se han asentado en la comarca lo hacen porque se preparan para ese acontecimiento y sus casas se construyen de tal forma que serían capaces de soportar radiaciones, pues al levantarlas se hacen dos paredes: una externa y otra interna, entre las cuales se pone un recubrimiento interior de un material cuyo tipo desconocen.
El núcleo central de ese conjunto alberga una construcción de mayor tamaño. Las edificaciones, por su diseño, parecen encaminadas a resistir tormentas solares o ataques químicos y bacteriológicos.
Diez días después la corresponsal del periódico El Universal dio seguimiento a la información ya publicada previamente: tomó una avioneta para obtener más detalles de La Ciudad del Fin del Mundo. Publicó lo siguiente:
Un sobrevuelo realizado permitió confirmar y tomar testimonios gráficos de la miniciudad denominada Las Águilas, que construye desde hace dos años un grupo de italianos que adquirieron 816 hectáreas de selva baja, montes y pequeños cerros de esta zona.
Aún hay trabajadores que siguen descargando materiales pétreos y otros enseres para la consolidación de este núcleo habitacional, cuya característica es que las 22 viviendas que ahí se levantan tienen bloques y materiales de concreto de unos 60 centímetros de grueso que las hacen resistentes a temperaturas de hasta 50 grados centígrados, fuego y grandes inundaciones.
La idea de los italianos es edificar una zona que represente protección para ellos y sus familias ante posibles “tiempos difíciles” y adversidades que habrán de vivirse; incluso, mencionan, pretenden sobrevivir a una catástrofe del “fin del mundo” que podría ser, según la profecía maya, en 2012.
En el recorrido se constató que hay unas 22 casas, una de ellas de dos plantas y otra más redonda. Cuentan hasta con 24 habitaciones. De las viviendas, 15 son ovaladas. Todas fueron edificadas con concreto y llantas empotradas que permiten aislar las temperaturas extremas. Tienen pequeñas ventanas reforzadas y grandes recipientes de agua.
En la propiedad de los italianos se observa una laguna artificial y un monumento, así como bodegas y zonas de cultivos típicos y regionales ya que los extranjeros buscan tener los medios alimenticios para su subsistencia en ese mismo lugar. También cuentan con un sistema de fotoceldas para obtener energía solar y pozos colectores y de distribución de agua.
La descripción se quedó corta, aunque no había manera de saber que el enclave llegaría a tener las siguientes características contadas por Gianluca Bellini:
“Carolina Zalce ha logrado poner en pie en Yucatán una comunidad dotada de un albergue con 15 habitaciones, piscinas, potreros, celdas fotovoltaicas, restaurant, spa, lago y 28 casas de diversos tamaños en las que viven unas 60 personas, más los grupos que al menos tres veces al año son atraídos para tomar los cursos espirituales”.
“En Las Águilas se han construido, con muros de 60 centímetros, sin búnker como han dicho algunos, unas 28 casas, dos de éstas muy grandes: la casa de Carolina y la de Franca y Roberto, que son los únicos propietarios de sus casas, todos los demás hemos pagado 30, 40 o 50 mil euros”.
Además de las casas citadas, existe un condominio circular con unos 10 departamentos, explica Gianluca, y el hotel que tiene unas 15 habitaciones.
Hay un flujo constante de personas que llegan atraídas para participar en los cursos por los que pagan en promedio 2 mil 500 euros por cabeza.
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Para cuando aparecieron esas notas periodísticas, de las pocas que hubo sobre el tema, Gianluca y Laura ya habían cumplido un año en Las Águilas. A gusto, por lo menos hasta ese momento. Eso es lo que Gianluca Bellini recuerda ahora, en entrevista telefónica con emeequis desde el lugar de Italia en el que reside actualmente.
Tenía razones para sentirse como en ese entonces: había adquirido una casa en Las Águilas por 50 mil euros, mismos que entregó a Carolina Zalce y a su brazo derecho, Gianluca Fiorenza.
La operación se realizó en la casa que ocupaba Carolina en el complejo, una de las más grandes, la que en las fotografías destaca por sus formas circulares y sus grandes dimensiones.
Carolina les reiteró las bondades de que hubieran adquirido la propiedad. “Nos dijo que tuviéramos muy presente que era como si estuviéramos pagando dos casas, ya que las casas en Las Águilas están construidas con ladrillos, con arena en medio, que bloquean los rayos solares. Era importante porque ella preveía terribles tempestades solares que habrían quemado vivos a todos los que no poseyeran una casa con esas características”.
Se habían hecho finalmente de una casa. Bueno, en realidad no fue así. Nunca hubo compra-venta. Lo que les dieron a firmar fue un contrato de comodato de uso gratuito. Les otorgaban permiso de habitar la casa, pero no documentos que avalaran oficialmente su legitima propiedad.
“Ingenuamente pagué en efectivo, sin que se hiciera un contrato notarial. Nos entregaron la casa, pero ni siquiera nos dieron el original del contrato de comodato”, lamenta hoy Gianluca, quien recuerda que, situada sobre una pequeña colina, “la casa en la que dormíamos no era todavía habitable cuando llegamos, le faltaban los baños y la cocina”.
Como correspondía, la pareja se integró a la vida comunitaria de los seguidores de la mexicana. A fin de cuentas, estaban sentando las bases para una vida armónica.
A Gianluca el ambiente le pareció propicio incluso para desarrollar sus propios intereses. Ingresó a un curso dado por un curandero maya sobre herbolaria tradicional con las plantas locales. Pagó de buena gana los 500 pesos por cada clase semanal que tomaron durante un año. “Laura y yo aprendimos a reconocer y tratar más de 200 plantas” de la zona.
Dado que es un apasionado de la alquimia y del uso de las plantas con fines medicinales, en la Ciudadela del Fin del Mundo lo responsabilizaron del área de herbolaria del laboratorio donde se trata la miel, se producen quesos, se purifica agua, etcétera.
Gianluca había empacado en el buque todo su laboratorio: alambiques, morteros, ladrillos refractarios, matraces, mecheros, etcétera. Había pensado que las zonas selváticas de Xul le permitirían no sólo desarrollar su pasión por las plantas sino realizar una actividad que le dejara ingresos adicionales.
Y si bien Carolina Zalce invoca el trabajo voluntario, en realidad se trata de una obligación, de un trabajo gratuito.
“No había nadie que no tuviera un encargo; unos supervisaban a los campesinos encargados de producir el forraje de las vacas, la caña de azúcar, el maíz o las verduras; había encargados del mantenimiento de las telecomunicaciones o de los sistemas hidráulicos, de la limpieza de las piscinas y del SPA, así como de los masajes, sauna y tratamientos de magnetoterapia aplicados a los clientes que frecuentemente llegan de fuera”.
En el caso específico de Gianluca, además del laboratorio de herboristería, debía hacerse cargo de la pesca para abastecer el restaurante.
Cada uno hacía lo que prefería y podía desempeñar, pero “después de haber proyectado y construido la porqueriza para los cerdos, me tocaba pedir a cada uno 150 pesos mensuales para su mantenimiento. A otros les tocaba recolectar dinero para pagar electricidad y agua”.
La recolecta de dinero llegó a convertirse en la actividad a partir de la cual se organizaban todos. El dinero marcaba los días de Gianluca. Lo tiene muy presente:
Daniele recolectaba el dinero para mantener a los conejos de la granja. Alessandro recolectaba el dinero para la limpieza de la piscina, y otros cobraban la renta por acudir a comer al restaurante del complejo, es decir, 600 pesos mensuales por cabeza. Todos, menos Carolina, pagaban cuota por condominio. “Era un continuo pagar y llevar a cabo encargos y labores gratuitamente”, explica el italiano.
En pocas palabras, Carolina Zalce hace trabajar gratuitamente a quienes viven en la comunidad y, además, los hace pagar por toda clase de servicios.
Esa situación se fue tornando insostenible para Gianluca y su mujer. La falta de dinero y la necesidad de generar ingresos para solventar los gastos de la comunidad comenzaron a menguar su salud.
Gianluca y Laura se veían forzados a viajar continuamente a Mérida para comercializar parte de sus productos.
Cuando conseguían colocarlos (a través del negocio Puras Cosas Buenas, del Ecotianguis o de mexicanos que trabajan en algún centro de yoga o de artes marciales, etcétera) reunían entre seis y 10 mil pesos al mes, insuficientes para pagar los gastos de Las Águilas. “Apenas lográbamos sobrevivir a pesar de contar con la ayuda continua de nuestros familiares desde Italia”.
En realidad, la mayoría de las personas que viven y trabajan en Las Águilas ha sido “seleccionada” por contar con abundantes recursos económicos: pensionados, hijos de familias acaudaladas, etcétera.
Como puntualiza Gianluca, “la gran mayoría, gracias al dinero que reciben de Italia por sus rentas o su pensión, no tenía problemas económicos”. Por eso, después de terminar las labores asignadas, cada uno se dedicaba a la meditación de la tarde.
* * *
Mientras vivía en Xul, Gianluca experimentó un acontecimiento trascendental en su vida: el nacimiento de su hijo Michelle.
Parecía que la vida idealizada desde el norte italiano comenzaba a materializarse. Eso parecía, pero cierta desazón crecía gradualmente en él. El “nuevo camino interior” parecía torcerse.
Pasaban semanas, meses y años sin que los cursos que Carolina seguía dando le ayudaran a sentirse mejor. Por el contrario, se sentía exhausto económica, física y emocionalmente.
Las palabras de Carolina seguían pesando demasiado, dejando una huella profunda. Como cientos más, la había escuchado repetir que ella ayuda a las personas a vomitar lo negativo, a vomitar el odio. “Su técnica no es la de decir a las personas que son muy inteligentes, sino lo contrario”.
“Me decía que yo y Laura todavía no estábamos preparados para el cuarto nivel porque estábamos anclados en nosotros mismos, en lugar de en ella”.
Desalentado por la inutilidad de los esfuerzos, empezó a hacerse preguntas luego de tanto tiempo. Ya era 2013 y algo se supone que tendría que haber avanzado. Y entonces empezó a cuestionar a Carolina Zalce.
“Después de cuatro años de camino, le dije: ‘No he mejorado, sólo he empeorado en este tiempo’. Viendo a las otras personas, no vi mejoras en ellas; he visto que ella las sometía, las hundía hasta que nadie osaba decirle lo que pensaba al grado de que llegan a dudar de sí mismos”.
La hostilidad hacia él aumentó. Carolina, dice Gianluca, trabajó para separar a la pareja, “utilizó todas sus capacidades para dividirnos”, usando todo tipo de estrategias a lo largo de meses.
Gianluca necesitaba desesperadamente regresar a Italia, ver a su familia, salir de un ambiente que era demasiado denso para él. Planeó viajar con Laura y su hijo, y regresar un tiempo después.
Pero Carolina y otros de los seguidores se oponían. Querían evitar, argumentaban que dieran “pasos atrás”, que perdieran “todo lo que habían adelantado”.
Ese italiano, que había sido un ferviente seguidor de las elaboraciones esotéricas y religiosas de la santona, ya se había convertido a los ojos de Carolina en un rebelde.
Y eso es lo que menos apreciado en Xul.
* * *
La noche del 27 de noviembre de 2013, cinco hombres de la comunidad y Carolina Zalce de la Peña irrumpieron en la casa que Gianluca Bellini habitaba con su esposa Laura y su hijo Michelle en el complejo.
Su relación con Carolina había llegado al límite. El sueño idílico de una hermandad universal unida por la armonía se había resquebrajado y ahora se descompondría más.
–Eres patético, homosexual, un incapaz –soltó Carolina casi a gritos en italiano. La esposa de Gianluca, Laura, observaba la escena petrificada.
–No soy homosexual –alcanzó a revirar Gianluca. Su desgaste anímico y físico lo tenían al borde de la enfermedad.
Carolina insistió en culparlo de la crisis con su pareja, la que ella misma había alentado y en gran medida provocado.
–Debes marcharte solo. Laura y tu hijo se quedan aquí. No eres capaz de ver por ellos.
Gianluca intentó protestar, decir que tenía los boletos comprados y que querían ir a Italia para ver a su familia. Que la intención era regresar.
–Queremos hacer juntos el viaje y regresar tras un mes –insistió.
Carolina fue inflexible. Gianluca Bellini salió expulsado de la comunidad. Aunque al principio deseaba que se marchara a pie, caminando entre la maleza de la brecha que une a Las Águilas con Xul, al final Carolina Zalce concedió que se fuera en su automóvil. Pero eso sí, solo.
Gianluca arrancó el auto y se enfiló entre la selva baja que rodea a Las Águilas.
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Los motivos de Gianluca Bellini
Gianluca Bellini, italiano, recientemente expulsado de la comunidad de Las Águilas tras un largo periplo de más de cuatro años ha presentado una “denuncia” por fraude ante la Procuraduría de la República de Roma con la intención de recuperar a su hijo, Michelle, nacido en México, el que permanece en Xul con su esposa Laura.
Ha aceptado contar a emeequis por primera vez su historia. Reitera los motivos que lo llevaron a incorporarse al grupo de los “seguidores de Carolina”.
“Siempre he sido religioso y muy idealista, y no esperaba otra cosa sino que alguien me prometiera ir a vivir en un mundo ideal. Así me quitaron todo el dinero que he ganado en Italia en muchos años de intenso trabajo, pero sobre todo, me han separado de mi mujer y de mi hijo”.
Y puntualiza: “Carolina buscó en Italia a tantos soñadores como yo para enredarlos económica y espiritualmente”.