eldiario.es (España), Marta Borraz, 30.03.2025
Es un retiro para jóvenes. Dura un fin de semana, de viernes a domingo. Más de 48 horas de actividades que prometen un “encuentro con Dios vivo” y que están rodeadas por un halo de misterio. Poca gente sabe lo que ocurre en Effetá, uno de los encuentros católicos más populares de los últimos años. Quienes van por primera vez desconocen qué van a hacer allí. El secretismo es la primera regla a la que deben someterse: “Lo que aquí se dice, aquí se queda”, les dicen al llegar. Lo cuenta Sara, una joven que prefiere utilizar un nombre que no es el suyo para narrar lo que vivió en el retiro al que acudió entre el 7 y 9 de marzo.
“Desde el principio nos transmitieron que es muy importante guardar el secreto. Lo compararon con que es un regalo y que perdería la gracia si se desvela lo que es antes de abrirlo”, recuerda Sara, que prefiere limitar los detalles que puedan identificarla. Los participantes no tienen contacto con el exterior ni saben siquiera qué hora es, porque nada más llegar deben dejar sus móviles y relojes para “desconectar totalmente del ajetreo”, según se explica en su página web: “Te piden que lo dejes y te los dan al final. Yo la última noción de tiempo que tuve fue el viernes a las 19.30”, dice Sara.
Con estas condiciones se embarcan los jóvenes –deben tener entre 18 y 30 años– en la experiencia, que suele realizarse en conventos, monasterios o casas religiosas. En Effetá hay dos tipos de asistentes: quienes lo hacen por primera vez son los llamados caminantes. Y solo podrán serlo en esta ocasión porque si quieren volver al retiro deberán hacerlo como servidores, que son quienes organizan las convivencias. Estos se encargan de todo, desde preparar comidas y limpiar a conducir en todo momento a los novatos. En el retiro al que asistió Sara eran unos 60 caminantes y aproximadamente el mismo número de servidores.
En la práctica, el retiro, que se autodefine como “testimonial”, es una sucesión de dinámicas que se van entrelazando. Por un lado, están los testimonios de personas que aseguran haber “conocido a Dios” y, por otro, actividades dirigidas a los caminantes para que “abran su corazón” a Dios. Los asistentes no cuentan con un programa y no saben qué ocurrirá después de lo que están viendo o viviendo en cada momento. Además, en alguna de las actividades tampoco saben a dónde les conducen porque se realizan con los ojos cerrados. Es parte del “clima” que busca crear Effetá para que los participantes “se dejen sorprender”.
Horas de testimonios
Quienes van por primera vez lo desconocen, pero durante el fin de semana escucharán historias de vida en boca de sus protagonistas, relatos de experiencias traumáticas unidas por un mismo final: superaron aquello “gracias a Dios”. Los testimonios pueden llegar a ser un conglomerado que va desde haber sido víctimas de agresiones sexuales o de padres violentos a adicciones a las drogas o problemas económicos. También en ocasiones se tocan temas como la homosexualidad, el aborto o las relaciones sexuales desde el rechazo o la culpa, según cuenta Sara, que tiene contacto con otros jóvenes que han pasado por Effetá.
La joven explica que la escucha de testimonios se realizó en el salón de actos. En su caso fueron ocho y todos iban acompañados de un ritual en el que los servidores iban de dos en dos a abrazar a quien iba a hablar mientras cantaban siempre la misma canción religiosa. “Varias son historias muy fuertes y todas tienen en común que Dios estaba ahí para ayudarles, que en los peores momentos de su vida les salvó. Es algo que repetían constantemente. También hablaban del momento en el que fueron a Effetá, algunos incluso eran ateos y no creían, pero el retiro les cambió. Se creó una atmósfera en la que mucha gente lloraba”, explica Sara, que cree que “es fácil conectar en algún punto” con los casos y reconoce que “se juega mucho con la emoción”.
El psicólogo Miguel Perlado, coordinador del grupo sobre derivas sectarias del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, resalta cómo puede afectar ese “bombardeo emocional e ideológico continuo”. “Lo que hace es forzar ciertas identificaciones emocionales e ideológicas porque este tipo de dramas no dejan indiferente a nadie. Son siempre un mismo molde y un patrón que se repite y que busca que el joven se remueva y se reconozca rápidamente en esa transformación prometida. Eso genera una cultura de grupo muy determinada teniendo en cuenta que se trata de un fin de semana de aislamiento”.
Effetá no es el único fenómeno juvenil que ha surgido con fuerza. Su planteamiento es atractivo y novedoso y el formato se aleja de las propuestas más clásicas que suele ofrecer la Iglesia. El encuentro al que fue Sara costó 90 euros, pero el precio puede ascender hasta los 140 en función del retiro. El movimiento nació en Colombia y aterrizó en España en 2013 y, según defiende, no depende de una estructura jerárquica, sino que Effetá está presente en diferentes centros religiosos, desde parroquias a universidades católicas, y es organizado por quienes han ido antes. elDiario.es ha contactado con casi una decena de coordinadores de diferentes retiros, pero no ha obtenido respuesta.
“Quitarse la máscara”
Las historias que escuchan los jóvenes se entremezclan con otro tipo de dinámicas en las que los caminantes son protagonistas. Según explica Sara, suelen ocurrir después de un testimonio. “En la primera nos pidieron que cerráramos los ojos y empezamos a escuchar ‘confía, confía, confía’ todo el rato. Luego nos pusieron un antifaz y nos fueron sacando uno a uno al exterior, donde nos colocaron al lado de una cuerda. La idea era seguirla con las manos hasta el final, mientras ibas escuchando ‘confía’ y te iban ayudando a evitar los obstáculos. Al final de la cuerda una persona te recibe y te da un abrazo. Es una metáfora de Dios”.
Otra de las actividades anima a los jóvenes a “quitarse la máscara” con la que aseguran que todo el mundo se presenta ante los demás. Se hace a oscuras y ante una única luz que va iluminando a cada uno de los servidores que aparece en escena con una máscara de papel que van quitándose. “Después nos invitaron a compartir cuáles eran nuestras máscaras y cómo nos proyectamos ante el resto por miedo a ser juzgados”, dice Sara. Posteriormente les exhortaron a hacer “un examen de conciencia” para el que los servidores iban lanzando preguntas desde: “¿he hecho daño o hablado mal a alguien?” a “¿me he masturbado?” o “¿he visto pornografía?”.
La dinámica que más impactó a Sara fue la del sábado. No sabe a qué hora ocurrió, pero sí que fue después de cenar. Recuerda que ese día la cena fue muy temprano porque pensó que era de día mientras que el viernes al llegar al retiro a las 19.30 ya era de noche. Después de escuchar otro relato personal, volvieron a pedirles que cerraran los ojos y les colocaron de nuevo un antifaz mientras escuchaban voces que les preguntaban por qué no dejaban “entrar a Dios en nuestro corazón”. Uno a uno iban colocándoles frente a la pared y eran animados a estirar los brazos. “Ahí nos decían que nuestro corazón es un muro frío cuando no nos abrimos al Señor”, relata Sara.
Poco después un servidor les ató con un cordel las manos y les dijo que esperaran a que alguien viniera a por ellos. “Alguien te recoge y te lleva hacia otro espacio, yo noté que había mucha luz y me pidieron que me arrodillara. Cuando me quitaron la venda de los ojos estaba en la capilla delante de un altar con una fotografía enorme de Jesús rodeada de muchas velas. El servidor me dijo: mira quién es, es tu mejor amigo y te quiere conocer”, narra la joven, a la que le pareció algo “demasiado brusco e invasivo”. Para terminar, los servidores les dan unas cartas que familiares y amigos les han escrito sin que ellos lo supieran.
La euforia final
El encuentro termina el domingo con una misa a la que están invitadas las familias de los caminantes. En el cierre, grupos de participantes eufóricos y abrazados cantan el himno del movimiento ondeando banderas de Effetá, que en hebreo significa Ábrete. Este es el único momento de todo el fin de semana en el que hay móviles grabando y el único que puede verse en los vídeos que circulan por redes sociales como TikTok, llenos de comentarios de quienes afirman que ir a Effetá fue “la mejor decisión” de su vida o que lo que allí pasa solo puede entenderlo quien lo ha vivido. Por ningún lado hay rastro de lo que ha ocurrido en los días anteriores.
Miguel Perlado rechaza calificar a Effetá de “secta al uso” –como hacen algunos comentarios en redes–, pero identifica elementos que pueden ser “problemáticos”. Entre ellos la mezcla de secretismo, aislamiento, pérdida de la noción temporal y un ritmo de secuencia de las actividades intenso. Todo ello, en un contexto de grupo “muy potente”. “Fomentar el recogimiento está bien, pero en este caso el joven queda muy expuesto al bombardeo emocional. Al cortar las coordenadas del espacio-tiempo se vuelve más maleable y depende 100% de quién dirige, es altamente dependiente del criterio externo porque va dando pequeños ‘ok’ a cada paso pero no sabe cuál es el final”, describe.
Que casi no hay tiempo entre una y otra dinámica lo confirma Sara, que recuerda que “apenas había cinco minutos” para fumar. La convivencia es intensa y prácticamente en ningún momento los caminantes están solos. En el retiro al que asistió ella hubo un momento en el que debían bajar al salón para la próxima actividad y ella necesitaba ir al baño, así que preguntó a un servidor. Este le dijo que “una chica” debería ir con ella y que buscara a una servidora que la acompañara. “Vino conmigo y esperó en el pasillo del baño”, cuenta.
La joven explica también que durante las convivencias se promueve que los participantes compartan con el resto lo que han sentido o experimentado tras las actividades. “Es voluntario, quien quiere habla y quien no, no. Había gente que se abría más y otra menos y la verdad es que al final se crea un ambiente que te lleva a hablar. Había quienes decían que les habían cambiado la vida porque habían encontrado a Dios y se habían dado cuenta de que tenían al Señor de su lado”, recuerda.
Conversiones en 48 horas
Para el psicólogo Miguel Perlado “son llamativas” este tipo de conversiones rápidas con jóvenes que aseguran haberse transformado. “Es algo que hay que tener en cuenta. Estas espiritualidades tan cargadas emocionalmente y que son inmediatas están lejos de la experiencia que tenemos en este sentido. Sabemos que los cambios suelen ser procesos madurativos que requieren tiempo, sosiego y pausa, que incluso tienen idas y venidas y no son un impacto de fin de semana”, cree el psicólogo.
Por su parte, servidores con los que este periódico habló hace un tiempo apuntaban a que en los retiros sí se han producido conversiones, pero también ha pasado por Effetá “gente que no creía en nada y se fue igualmente”, decía Sandra (nombre ficticio), para la que el paso por el retiro puede ser “un empujoncito para el cambio personal a mejor”. En su página web, el movimiento describe las convivencias como un espacio que “te da la oportunidad de pensar y descubrir el papel de Dios y el tuyo en la vida” y apunta a que todos los que han pasado por ellas coinciden en que “siempre ayuda”.
Perlado ha atendido en su consulta a familias preocupadas por el cambio “súbito” de sus hijos tras este fin de semana, sobre todo personas que han abandonado su entorno previo y se han alejado de amistades. Tras el retiro, todos los participantes están en un grupo de WhatsApp en los que se convocan reuniones semanales para seguir en contacto. En una de ellas, hace un par de años, los jóvenes acabaron bailando a ritmo de Chayanne en el Valle de Cuelgamuros. “Puede tratarse de un efecto inmediato que no pasa del fin de semana o que se siga buscando esa euforia que se ha sentido cada vez más y propicie cada vez una mayor adhesión”, explica Perlado, que apunta también al efecto “desestabilizador” que puede provocar en otras personas, que quizá “salgan más confundidas o aletargadas”.
El balance que Sara hace es ambiguo. En momentos se sintió “reconfortada” y entiende que haya quienes se sientan interpelados por el movimiento. “Depende mucho del momento en el que estés en tu vida, hay gente con muchos problemas que allí encuentra una comunidad, un grupo… Toda la simbología de Dios y el abrazo tienen mucho peso”, señala. Al mismo tiempo piensa que “se genera una burbuja” que si se mantiene en el tiempo puede acabar afectando. Ella conoce a una chica que acabó cortando con su grupo de amigas de siempre. “Es una fe ciega y a mí eso me parece peligroso”.
Effetá no es el único movimiento de este tipo que funciona en España. Otros similares buscan cubrir todas las franjas de edad posibles desde los 14 años: La llamada de Samuel es el retiro pensado para adolescentes, Bartimeo para quienes tienen entre 16 y 18 años y a Emaús pueden ir adultos mayores de 30 años. Estos últimos encuentros se segregan por sexos y a ellos han acudido famosos y políticos, entre ellos, la marquesa de Griñón e influencer Tamara Falcó o la expresidenta del PP del País Vasco María San Gil.