Crónica Global (España), Andrea Pacha, 8.03.2025
Una broma común entre los integrantes de Effetá es autodenominarse «secta». Lo hacen para reírse de aquellos que así les consideran; y es que el secretismo que mantiene la organización acerca de sus actividades y los fuertes vínculos de comunidad que se forjan en los grupos de cada parroquia han abierto dudas sobre el encaje en esta definición.
“El mayor peligro está en la falta de reflexión. La espiritualidad requiere de tiempo”, advierte el psicólogo experto en sectas Miguel Perlado en una conversación con Crónica Global sobre este formato de retiro con el que ya se han evangelizado miles de jóvenes en Cataluña y España.
No pone la etiqueta, pero sí insiste en la “peligrosa” rapidez con la que algunos se convierten al catolicismo o radicalizan su identidad religiosa tras pasar por los fines de semana de Effetá.
En este sentido, describe parte de la experiencia de Effetá como un “bombardeo emocional” de tal intensidad que, a la salida, “la mente de los jóvenes queda entumecida”.
El domingo por la tarde, la mayoría no saben poner palabras a lo que han vivido, pero sí aseguran haber cambiado en algo, aunque no sepan el qué ni por qué; ante esta situación, aconseja Perlado, habría que “preguntarse, íntimamente, qué ha pasado”.
“El contexto está preparado”, sentencia Perlado, para que la mayor cantidad de caminantes (aquellos que participan en el retiro por primera vez) posible llegue a la misma conclusión. Es por ello por lo que se buscan distintas estrategias para “desubicar” al individuo, “potenciando la comunidad”, y controlar sus necesidades básicas, así como sus emociones.
Distanciamiento del entorno
Este psicólogo, que ha ayudado a varios jóvenes a procesar el choque emocional y reconducir su espiritualidad, detalla que el elemento que más “sufrimiento” produce en las familias que han recurrido a él, y aquello que habitualmente hace saltar la alarma, es el “distanciamiento del entorno previo”.
De hecho, que este nuevo círculo de amistades sustituya, en mayor o menor medida, a los anteriores es algo que se vive con normalidad en Effetá.
Durante el retiro, uno de los testimonios que se ponen cara al público a explicar su historia de vida relata, entre risas, cómo, tras descubrir a Dios, llamó a sus amigas para informarles de que, a partir de ese momento, pasaría menos tiempo con ellas para entregarse a un grupo que había conocido a través de Whatsapp escasos minutos antes.
Escuchar este tipo de declaraciones que todos toman por normales y sin que nadie tenga la oportunidad de plantear un cuestionamiento puede generar “comportamientos miméticos” en la audiencia, aclara Perlado, que potencialmente terminaría “replicando las decisiones que han escuchado”.
Comunidad Effetá
Tras volver de Effetá, algunos jóvenes “se quieren dedicar a ello en detrimento de las actividades que hacían antes”.
Después del retiro, la comunidad se mantiene muy activa, con un grupo de adoración que se reúne una vez a la semana en la iglesia que ha organizado el fin de semana para escuchar misa y tomar un aperitivo. Además, se proponen otras quedadas como partidas de pádel o barbacoas. Formar parte de Effetá requiere una inversión significativa de tiempo.
En los grupos de Whatsapp se reciben mensajes prácticamente a diario: la organización felicita todos los cumpleaños con un escrito personalizado, se comparten pódcasts y artículos educativos sobre el catolicismo, se recuerdan todas las sesiones de adoración y se reenvían invitaciones para participar en iniciativas de otras parroquias.
Polarización del pensamiento
El formato de Effetá “busca tocar cómo uno piensa y decide”, analiza el psicólogo. Lo hacen con la introducción de ideas subliminales a través de los testimonios, con la repetición constante de algunos conceptos, la creación de una jerga propia y una cierta presión de grupo.
En grupos como este es fácil “desarrollar una identidad más rígida y perder capacidad y flexibilidad de pensamiento”, advierte el psicólogo, como resultado de un condicionamiento.
En este sentido, se produce también una “polarización del pensamiento” al crearse una frontera mental muy clara entre el grupo y el exterior. Se usan expresiones como “los peligros del mundo” para referirse a todo aquello que queda fuera del corsé de la Iglesia Católica y “se da a entender que esta comunidad ofrece una protección” respecto a esa supuesta amenaza.
Secretismo
Otro de los pilares de Effetá que Perlado cuestiona es el secretismo acerca de las actividades que se realizan en los retiros.
Aunque desde el Grupo Custodio, el máximo órgano mundial de esta organización católica, el cual se ubica en Bogotá, insisten en que los caminantes “no tienen autonomía espiritual” y por eso no deben conocer el contenido del retiro, el psicólogo considera que “ya comporta riesgos el que no quieran contar nada y más si se apela a la falta de autonomía espiritual”.
Así, defiende que una persona que se enfrenta a un posible cambio tan importante en su vida debería conocer los detalles del programa y estar preparado, en vez de dejarse guiar a ciegas por un camino que desconoce y hacia un destino que tampoco está claro.
Falta de sueño
La retirada de los teléfonos móviles y los relojes al inicio del retiro implica una dependencia total para poder comunicarse con cualquier persona fuera del grupo y la desorientación temporal absoluta. Además, si en algo coinciden los que han participado en el fin de semana, es que en Effetá se duerme poco y se come mucho.
“El sueño y la falta de descanso tienen un efecto debilitante que crea un aturdimiento del cerebro”, detalla el psicólogo, por lo que uno resulta más susceptible al “bombardeo emocional” que causan los estímulos que se reciben en Effetá con las narraciones de los testimonios y las actividades sensoriales y espirituales.
Empacho de dulces
En cuanto a la comida, en estos retiros hay mesas de snacks a disposición de todos las 24 horas del día, especialmente de dulces, que se abultan todavía más al inicio y al final de una actividad importante. Hay de todo: diferentes tipos de pasteles, bollería y galletas, bikinis y gofres recién hechos, yogur con toppings, patatas fritas, olivas, nachos con guacamole, incluso pollo rebozado.
Todos se sorprenden al encontrar su tentempié favorito, pese a que en el formulario de inscripción hay un hueco en el que se pregunta por ello.
Sobre esta obsesión con el dulce, Perlado señala que las digestiones pesadas generan cansancio y analiza las connotaciones inconscientes que tienen estos alimentos: recuerdan a la infancia y generan una sensación excitante y placentera que sitúa al que lo ha ofrecido en una situación de superioridad respecto al receptor.
Un regalo
De entre las técnicas de condicionamiento empleadas en Effetá, Miguel Perlado subraya también el chantaje emocional.
Al terminar el retiro, muchos caminantes se sienten agradecidos por la experiencia que han vivido, la cual solo saben describir como “el mayor regalo” que han recibido nunca. La realidad es que esta expresión es usada por los servidores (los organizadores) durante todo el fin de semana, hasta que los caminantes se la hacen suya.
“Si es un regalo de Dios, no puedes rechazarlo”, señala el psicólogo acerca de la lógica detrás de la fórmula que, además, sitúa al receptor “en deuda” con quien lo ha ofrecido.
Original en https://shorturl.at/2NyKa