Diario Sur (España), 30.03.2016
La Audiencia de Málaga ha continuado este miércoles el juicio a cuatro personas, acusadas por delito de abusos sexuales a una menor, a la que presuntamente preparaban para participar en prácticas sexuales con el grupo y daban charlas en una casa sobre religión. Dos testigos han relatado la «presión» y la «tortura psicológica» que según su experiencia ejercía el principal acusado y han considerado que el grupo era en realidad una secta.
En esta causa, que se juzga en la Sección Tercera de Málaga, están acusados un hombre, que era el que daba a la víctima, cuando tenía 13 años, y a otras asistentes «charlas y enseñanzas sobre temas supuestamente religiosos» en un domicilio al que iba la menor, según el escrito del fiscal. Además, están procesadas por el mismo delito tres mujeres, una de ellas tía de la chica y otra, prima, que convivían en la casa.
A todos se les acusa de un delito continuado de abuso sexual y de corrupción de menores, según las conclusiones provisionales del ministerio público, a las que tuvo acceso Europa Press. Se solicita para el hombre nueve años de prisión y para las tres mujeres, cuatro años de cárcel, instando a que indemnicen con 30.000 euros a la víctima, que ratificó en el juicio todos los hechos relatados por el fiscal en su escrito.
El juicio seguirá el 27 de abril con la prueba pericial. En la sesión de este miércoles, han declarado varios testigos, la primera una mujer que acudió a las charlas que el acusado impartía en un centro budista y que, a raíz de un cambio de dueño, comenzó a ir a la casa en la que residían los acusados, donde, según ésta, las mujeres vestían «provocativas, como prostitutas». Allí, vio la relación sexual entre el hombre y la víctima menor de edad.
Esta testigo ha indicado que sabía que el hombre mantenía relaciones con las otras acusadas adultas, pero no imaginó que con la menor de edad. Asimismo, ha señalado que el acusado ejercía un control psicológico, de forma que «llega a cambiarte tanto tu percepción que crees que lo que tú ves no es lo correcto, que lo correcto es lo que él te dice».
Así, ha considerado que el grupo era una secta y el fin «abusar no sólo sexualmente, sino también económicamente», puesto que existía una «presión psicológica» pero el control se ejercía en todos los sentidos; al tiempo que ha apuntado que había cinco casas distintas en Málaga, unas sólo de hombres y otras sólo de mujeres, según el caso.
Ha apuntado que el acusado las tenía «aterrorizadas» y que ella salió de allí en 2005. En ese momento, ha dicho, «lo único que quería era olvidarme de todo» y tenía un «miedo horroroso a hablar de esto», por lo que no denunció los hechos en el mismo momento. Además, ha asegurado que ha necesitado ayuda psicológica porque «me ha costado mucho asumirlo».
«Quería ser mejor persona»
También ha declarado otra chica que era amiga de una de las acusadas y que se fue a esa casa a vivir porque «estaba pasando un mal momento y quería ser mejor persona». Ésta, que presentó una denuncia primero que luego no llegó a nada, ha asegurado que cuando fue allí pensó que «estaba enamorada de él», pero en el tiempo que estuvo sufrió «mucho machaque psicológico», teniendo relaciones con él y sabiendo que las mantenía con las demás mujeres.
«Fueron cinco años de tortura psicológica», ha dicho la testigo, quien ha asegurado que el acusado les decía que eran «prostitutas, que teníamos que cambiar y ser sumisas». Así, les decía que fuera de la casa tenían que ir muy tapadas, pero dentro vestían con faldas cortas. Cuando salió de allí se dio cuenta de que era una secta, ha dicho.
«Todas -incluso las otras acusadas- callábamos y era él el que hablaba», ha precisado, añadiendo que fue testigo de que el acusado realizaba tocamientos a la menor pero no vio que lo hicieran las otras mujeres.
Testigos que defienden al acusado
Asimismo, en esta sesión han declarado cuatro testigos, tres hombres y una mujer, quienes han coincidido en defender al principal acusado y han negado que en el centro budista cuando se celebraban los viernes las reuniones se produjera cualquier tipo de separación entre hombres y mujeres, apuntando que no acudían menores de edad a esos encuentros.
Una de las testigos ha asegurado que este procesado es «una persona muy íntegra que siempre ha tratado igual a los hombres que a las mujeres» y ha apuntado que el acusado «influye y menos mal porque desde que me dejé influir por él soy mejor persona».
Por su parte, otro testigo ha incidido en que lo conoce hace más de 30 años y no tiene dudas, calificando de «barbaridades» las acusaciones vertidas contra él. Estos cuatro han coincidido en que el hombre impartía sus enseñanzas pero han rechazado que les obligara a cumplirlas o se lo impusiera.