El Periódico Mediterráneo (España), Iván Fernández, 28.11.2025

Más allá de los masajes sanadores y de los abusos a menores, la supuesta secta sexual de Vistabella también construyó un entramado financiero para que tanto el tío Toni, el cabecilla de esta organización, como su círculo más cercano se lucraran con las donaciones económicas de los miembros.

Así lo han señalado dos agentes de la Policía Nacional que han declarado este jueves en la duodécima sesión del juicio a los seis acusados, cinco mujeres y un hombre, por los hechos que acaecieron en la comunidad que habitaba la finca La Chaparra.

Ambos policías, que se han encargado de elaborar los informes económicos relacionados con las finanzas de la secta y que han sido citados por el Ministerio Fiscal, han apuntado que el objetivo final del tío Toni era «construir un complejo turístico en la finca La Juncosa, ubicada en el término municipal de Vall d’Alba». Para alzar este hotel rural, que se construiría en el Mas de la Blaya, «estaban presupuestados 416.000 euros».

Plan económico

Pero para llevar adelante este proyecto, que finalmente nunca se puso en marcha, la cúpula de la comunidad elaboró un plan económico que comenzó a fraguarse en la década de los 90. Entonces, el tío Toni adquirió, con el dinero de sus seguidores y de uno de los acusados, una finca llamada El Pantano. En aquel momento, les ‘vendió’ la idea de crear una albergue para personas de familias desestructuradas o sin techo.

Ante la falta de espacio en El Pantano, en 1998 el tío Toni encontró la finca La Chaparra y decidió trasladarse a allí para poner en marcha su centro de acogida. De nuevo fueron los acólitos de la secta los que sufragaron la adquisición de la masía y se constituyó la empresa La Chaparra S. L., en la que participaron los compradores y un patrocinador privado.

Con este movimiento, según la Policía Nacional, Toni y su círculo de confianza lograron un beneficio de 14.000 euros, tras pagar la hipoteca de El Pantano.

El siguiente paso fue pedir dos préstamos hipotecarios sobre La Chaparra, a través de una nueva empresa, El Romeral del Roble, cuya administradora única era la esposa del tío Toni. Mediante esta firma, la secta compró dos fincas, una en la Pelejana, por 168.000 euros y otra llamada la Juncosa, en Vall d’Alba, por 80.000 euros. Sería en esta última donde El Romeral del Roble, como promotor urbanístico, desarrollaría su conjunto turístico.

Por su parte, la única función de La Chaparra S. L. era «remitir fondos a El Romeral del Roble. No había actividad más allá de ser la propietaria de la finca».

Apropiación del patrimonio

Finalmente, la comunidad no pudo erigir este hotel rural. Por su parte, después de más de 20 años, el proyecto del albergue nunca se llevó adelante. Los peritos policiales han señalado que, con estas operaciones, «se produjo una apropiación del patrimonio privado de los miembros del grupo que revirtió en el beneficio de unos particulares». Estos son el gurú de la secta y sus más íntimos.

Además, han hablado de «un riesgo de blanqueo de capitales» detrás del entramado que montó el tío Toni.

Decisiones del tío Toni

Los agentes, durante su intervención en el juicio, han afirmado que «todas las decisiones las tomaba el tío Toni» de manera autoritaria y que ni él ni sus familiares «aportaban nada de dinero a la comunidad». Esta situación generó «un clima de enfrentamiento, por decisiones que se consideraban arbitrarias».

A los seguidores de la secta, «se les instaba que donaran al grupo el dinero de seguros y de herencias que recibían». Si se negaban, «se podía recurrir a la violencia física para que dieran el dinero a la comunidad».

Ahora el juicio para hasta el próximo lunes, cuando se retomará con las primeras declaraciones de los acusados.