El Cordillerano (Argentina), 27.05.2025

A pesar de la formulación de cargo contra 21 personas por formar parte de una organización criminal , el juez de Garantías decidió liberar a principios de abril a 20 detenidos involucrados en la causa conocida medaticamente como «la secta rusa en Bariloche». Konstantin Rudnev, el hombre condenado a 11 años de prisión por abusos sexuales en Rusia, es el único detenido.

El apuntado como líder de la secta se encuentra, por razones de máxima seguridad, en el penal de Rawson, Chubut. Los liberados, 19 mujeres y un hombre (todos de nacionalidad rusa), no podrán salir del país por un año, debido a que seguirán siendo investigados.

Bajo un estricto hermetismo, se cree que las ciudadanas rusas continúan en Bariloche presentándose en las dependencias policiales cercanas al domicilio informado. En este marco, una pareja rusa que viajaba en el mismo vuelo que tenían previsto abordar los detenidos, dieron detalles del operativo y los días detenidos junto al resto de los implicados.

Se trata de la pareja Anwar y Yulia, ciudadanos rusos residentes en Argentina desde hace año y medio. En el vuelo de regreso a Buenos Aires del 28 de marzo, terminaron detenidos cuando aterrizaron en Buenos Aires, en el aeropuerto Jorge Newbery.

Allí, la tripulación solicitó por altavoz a un pasajero llamado Konstantine que se presentara. Anwar y Yulia observaron policías esperando en la pista, pero cuando Anwar y Yulia mostraron sus pasaportes rusos, fueron apartados para ser interrogados. Preguntaron si viajaban juntos, qué hicieron en Bariloche y si conocían a Konstantine.

Fueron llevados a una comisaría dentro del aeropuerto, donde les pidieron depositar sus teléfonos en un contenedor. “Sin sospechar nada, entregamos nuestros teléfonos para que los guardaran en un contenedor. Y de repente, nos esposaron”, cuenta Anwar, señalando que su nivel de español es básico.

Desde el momento de la detención, Anwar y su esposa Yulia pidieron varias veces poder llamar a familiares, amigos, a un abogado o a la embajada rusa, y solicitaron un traductor. La respuesta fue siempre negativa: “No les corresponde. Orden directa de Bariloche. El fiscal lo prohibió”, les dijeron.

A Anwar lo llevaron a una habitación pequeña, donde le pidieron desnudarse completamente para un registro. Le confiscaron el cinturón y los cordones, y luego le permitieron vestirse. Logró que una oficial, que parecía ser la superior, le explicara de qué lo acusaban. Ella escribió en el traductor “trata de personas”, lo que dejó a Anwar sin palabras.

“En Bariloche hay una secta protegida por rusos, por eso los detuvimos”, le dijeron. Anwar intentó explicar que él y Yulia ni siquiera viven en Bariloche y ofreció mostrar todas las fotos de su viaje.

Bajo custodia, los llevaron a un sótano del aeropuerto, donde los separaron en dos celdas. Anwar fue encerrado en una celda pequeña, con un colchón viejo y manchado, sobre el que ya dormía un hombre. Era un hombre ruso quien dormía profundamente pese al ruido. Anwar lo describió como un hombre de unos 50 años, bajo, delgado, con entradas en el cabello y tatuajes en los dedos.

Durante un cambio de guardia lograron conversar brevemente y Yakunin (el ruso con el que compartió celda) contó que había estado preso en Rusia varias veces, la primera desde menor de edad en 1991 y la última en 2007. En Bariloche, dijo, había estado tres meses visitando a un amigo.

Más tarde llevaron al sótano a tres mujeres sospechosas relacionadas con la secta Ashram Shambala. Según Anwar, tenían entre 40 y 45 años, cuerpo delgado, vestían ropa de trekking y botas.

La primera se llamaba Alexandra, una mexicana que hablaba ruso y español con fluidez, aunque se veía abatida pero tranquila. La segunda, una mujer rusa llamada Oksana, estaba nerviosa y angustiada. La tercera, Paula, una brasileña, permanecía inexpresiva y silenciosa.

Los seis detenidos pasaron alrededor de un día en las celdas del sótano, recibieron dos comidas (similares a las de un avión) y les tomaron huellas dactilares.

En la madrugada del 30 de marzo, los sacaron de las celdas y los llevaron a un puesto médico del aeropuerto. Le midieron la presión y le preguntaron cómo se sentía. Sin más explicaciones, lo subieron a una camioneta policial hacia el centro de Buenos Aires. Allí, en el Centro Federal de Detención Nº 28, lo alojaron en una celda solitaria cercana al Tribunal Supremo.

El 31 de marzo, por la tarde, Anwar fue llevado a una pequeña sala con pantalla para una videollamada desde Bariloche con una abogada estatal que habló sólo en español y sin traductor. Le preguntaron por Yakunin (el otro ruso detenido en Buenos Aires) y si practicaba yoga o meditación. Luego lo devolvieron a la celda y más tarde lo llevaron de nuevo a la sala, esta vez junto a Yulia.

Los esposos fueron liberados el 31 de marzo a las 19:20, tras pasar casi tres días tras las rejas. No se les presentaron cargos formales. Sin embargo, según relatan, no les devolvieron ni documentos confiscados, ni teléfonos, ni dinero. Les indicaron que fueran al aeropuerto a buscarlos, y que mostraran el acta de liberación al conductor para que el viaje fuera gratuito.

La abogada asignada por el Estado en Bariloche explicó a Anwar y Yulia que, pese a no haberse presentado cargos oficiales, los investigadores no descartaban su implicación en el caso.