El Mundo, Beatriz Pullido, 13.11.2009
Desde cerca, cada uno de sus abrazos se asemeja a un remolino caótico de brazos, piernas, gestos y sensaciones que gravita a su alrededor. Ocurre todo a tanta velocidad que uno sólo puede dejarse llevar y que lo atrape la escena. Pasar de observado a núcleo del abrazo ocurre en cuestión de segundos. Aunque aquella locura parece desatarse más en India y apaciguarse un poco al llegar a Europa.
Amma, la santa de los abrazos, como la conocen mundialmente, consiguió reunir a 35.000 personas el año pasado en el polideportivo de Mar Bella (Barcelona). Este año el encuentro, que dura hasta la madrugada del viernes, se ha trasladado a Cerdanyola del Vallés, a un centro deportivo que ya presentaba aglomeraciones desde primeras horas de esta mañana.
Amma lleva desde las 9 de la mañana dando abrazos. Más largos, más cortos, siempre intensos y cariñosos. Cualquiera puede acercarse hasta allí. La entrada siempre es libre. El ambiente es festivo. El blanco, un signo dicen, de respeto y de pureza, predomina en el atuendo de los miles de presentes que esperan turno para acercarse a esta mujer, considerada Gurú, líder espiritual, madre. «Cada uno me ve como necesita verme», dice.
«El amor es una religión universal. Es lo que la sociedad realmente necesita»
Fátima viene desde hace cuatro años a las visitas de Amma. No pertenece a ninguna religión, ni nada por el estilo. «Me aconsejaron que viniera a verla. No esperaba nada pero al llegar no puedo explicar lo que sentí en el corazón, como una emoción muy fuerte y empecé a llorar, sin más». Esa emoción se repite en otros rostros, otros gestos, en las palabras e incluso en algunos sollozos de los presentes. Amma dice que «el amor es una religión universal. Es lo que la sociedad realmente necesita. Ese amor perfecto ya está en nosotros. La vida y el amor no son dos cosas separadas, son una y lo mismo».
La mayoría repite pero los hay que vienen llevados por la inercia de la curiosidad, como Carlos, que ha visto tantas veces el abrazo por televisión que quería experimentarlo. «Un abrazo nunca está de más y dicen que es un alma grande». En megafonía no dejan de sonar bhajans (canciones espirituales) que se escapan con fuerza del escenario.
A Amma la acompañan unos 150 voluntarios. La mayoría viene desde la India, el resto se le ha unido en algún punto de la gira europea. Viaja desde la década de los 80, primero con invitaciones privadas que le hacían familias en diferentes países, luego aquel movimiento empezó a crecer de forma desmesurada para convertirse en una corriente pacífica que parece no tener límites.
Mientras se escribe este artículo, en el centro del escenario Amma sigue recibiendo visitantes. Es una serpiente que anhela un mensaje de amor silencioso. Eso es cada abrazo. Una cámara de fotos peina la escena tratando de captar inútilmente lo que allí ocurre. Se pierde todos los detalles. Capta decenas de brazos colocando, moviendo, subiendo, bajando, advirtiendo, ofreciendo, un caos organizado que no sabe interpretar. Si la cámara fuera humana se extrañaría también de que todos los gestos lleguen a su puerto con tanta eficacia.