El Periódico de Tenerife (España), 24.05.2025

Luis Labarga (Logroño, 1980) pasó, como muchas otras personas, por una mala racha. Una concatenación de problemas que le llevaron a sumirse en una depresión. Y de la depresión al alcoholismo solamente hay un paso, como pudo experimentar, en sus propias carnes, durante unos meses.

«Yo no era un alcohólico crónico y sólo acababa de empezar la fase crítica, con lo que mantenía la lucidez para pedir ayuda y darme cuenta en dónde me metía…», le cuenta a EL PERIÓDICO. Hasta que un día compartió su problema con un viejo amigo que había pasado por el mimso trance. «Él fue el que me recomendó que acudiese a Alcohólicos Anónimos (AA)».

Luis buscó esa ayuda por internet: «Yo no hay telefóno de la esperanza o canales similares, por lo que hice lo que todo el mundo: buscar en Google». Los riesgos de fiarte del buscador es que algunos de los contenidos que aparecen en los primeros lugares son enlaces patrocinados, que a veces imitan la forma y el nombre de la página buscada. Pero no son la página oficial.

Grupo 24 horas

«Fue así como llegué a Alcohólicos Anónimos Grupo 24 horas. Pensaba que eran lo mismo, más tarde me di cuenta de que no», rememora ahora. Le atendieron por teléfono desde la delegación de Puerta de Vallecas. Él, riojano pero residente en Madrid, se plantó en la sede al día siguiente, «con toda la culpa y la vergüenza del que se encuentra en una situación de este tipo».

En aquella sede le atendió la misma persona que le había escuchado por teléfono. «Un hombre que se mostró muy amable. Se llamaba Pedro y fue el que me enseñó las instalaciones». Fue el primer momento en el que se le aparecieron las primeras dudas. «Aquello parecía un aula, con todos los pupitres mirando hacia una tribuna. Las instalaciones estaban sucias, se podía percibir la miseria enseguida».

Una atmósfera muy distinta a la que su compañero le había contado que existía en Alcohólicos Anónimos. No era la única diferencia palpable: «Me había explicado que en AA existía un ambiente de absoluta fraternidad. De hecho, va de eso. En cambio, en este Grupo 24 horas noté un discurso muy duro, muy radical, donde constantemente hacían referencia a que éramos lo peor de la sociedad».

Juntas infinitas

Las dinámicas también eran notablemente distintas a las que le habían contado de AA: «Una de las características de esos grupos de ayuda son las denominadas ‘juntas’. Unas reuniones que, en AA, se celebran como mucho una vez al día y tienen una duración de una o dos horas. En el Grupo 24 horas, en cambio, se hacen durante todo el día. Sin descanso. Una detrás de otra», recuerda Labarga.

Luis llegó a una de las juntas vespertinas, donde tuvo que escuchar «las vivencias de un personaje dantesco que contaba los episodios más truculentos de su vida. Cosas muy salvajes». Entretanto, personas que habían acudido a pedir ayuda al centro, le ofrecían café y agua constantemente. «Hubo uno que me ofreció café como 20 veces. Sus nombres estaban apuntados en una pizarra, con las diferentes obligaciones que tenían que cumplir y sus horarios».

Luis también percibió que «en estancias adyacentes habían minicocinas, minibaños y colchones tirados en el suelo. Se veía que la gente se quedaba allí a dormir. Todos tenían muy mal aspecto. Yo me di cuenta de que ese no era mi sitio. Que me había equivocado y que me quería largar de allí». No había acabado su primera junta y ya quería escapar.

Padrino

Sin embargo, su cicerone, Pedro, le insistió en quedarse a la siguiente junta. Y Luis accedió a regañadientes. Poco más de un cuarto de hora tras la conclusión de la primera junta, se celebró la segunda. «En esa ocasión salió una mujer a explicar su ‘historial’, que es lo mismo que hizo el tipo siniestro de la primera vez: explicar las experiencias más sórdidas de su vida. La mujer, en un estado físico lamentable, explicó episodios de abusos sexuales en su infancia. Todo muy salvaje», señala Labarga.

Cuando acabó, Pedro tomó la palabra: «Explicó que iba a ser mi padrino. La figura del padrino es muy importante en estos grupos de ayuda., Pero en AA es un igual, alguien que te introduce en la organización y te guía. Un amigo. En cambio, en el grupo 24 horas tiene otra magnitud, mucho más terrible. El padrino es una figura de mucho poder que se acaba inmiscuyendo en tu vida y en tus decisiones».

Luis decidió que ya había tenido suficiente. Se encontró incómodo y desubicado. No se identificaba con los perfiles que allí encontró, ni se veía durmiendo en un colchón sucio en el suelo. «Intenté marcharme, pero uno de los padrinos me bloqueó el paso. No me quería dejar que me fuese». Tras un conato de enganchada, fue Pedro el que le hizo una señal al que le cortaba el paso para que le dejase salir. Luis era libre… pero lo que había presenciado le activó su sentido periodístico.

Investigación

«Fui a visitar a mi amigo, al que me había recomendado que fuese a AA, y me confirmó que nada de lo que le estaba contando se parecía a lo que él había vivido en AA». Por tanto, ambos decidieron ir al día siguiente de nuevo. Pero a Luis lo reconocieron. Eso, junto a que su amigo llevaba un libro que se utiliza en los verdaderos AA, la organización del Grupo 24 horas les hizo ver que no eran bienvenidos y los acabaron expulsando de allí.

Como aquella intentona no logró calmar su curiosidad. Siguió investigando y consiguió dar con tres personas que habían estado en Grupo 24 horas y le explicaron sus estremecedoras experiencias. Supo también Luis entonces que Grupo 24 horas no tiene relación actual con AA. «La tuvieron, de hecho son una escisión que nació en México en los 70. El problema de alcoholismo en ese país es extremo y por lo visto nacieron para dar respuesta a una necesidad. De buena fe».

Sin embargo, el desarrollo autónomo de este Grupo 24 Horas al margen de AA ha dado lugar «a una secta peligrosa que se apropió de estas siglas aprovechando un vacío legal. Creada en México y llegada recientemente a España está formada por grupos ultra violentos liderados por unos dictatoriales ‘padrinos’ que han convertido a los alcohólicos más olvidados en una suerte de esclavos del siglo XXI”, según explica Luis en su libro, «La noche oscura de Alcohólicos Anónimos». Allí define a la entidad como una organización que se define como «movimiento internacional» y que llegó a España desde México vía Orense: «Fue allí donde organizaron el primer grupo en España. Desde entonces no han hecho más que crecer y esclavizar a gente».

Luis Labarga acaba de publicar su libro. Lo co-escribe con dos históricos alcohólicos anónimos (Manuel P, y Jorge A.) y se presenta la semana que viene en Madrid. No quiere revelar muchos detalles «para no hacer spoiler», pero advierte de que «el nombre es casi igual, pero no son lo mismo. La gente que pide ayuda con el alcohol debe tener cuidado, porque se trata de una secta que aún no es muy conocida en España. Una vez que estás dentro, es casi imposible salir. te quitan todas tus propiedades, no te dejan salir a la calle y le sacan dinero a tu familia». A pesar de eso, el grupo mexicano celebra este 2025 sus 50 años de existencia.

¿Tiene Luis miedo de que le denuncien?: «En absoluto. No me van a denunciar. Lo único que podrían hacer es atacarme de otra forma. He recibido amenazas anónimas, porque se han enterado de que he escrito ese libro como denuncia. Lo que menos me preocupa es que me denuncien. Lo otro…»

Este diario se ha puesto en contacto con el Grupo 24 horas, pero no hemos obtenido respuesta. «Desde Alcohólicas Anónimos tampoco los han denunciado y creo que porque tienen un poco de miedo. El Grupo 24 horas tiene a gente muy peligrosa, llegada desde México, que cuentan con guardaespaldas y seguridad privada. Tienen miedo y yo lo entiendo».

Concluye Luis asegurando que «en Alcohólicos Anónimos de España hay una indignación general entre muchos veteranos de la comunidad porque entienden que desde la Organización no se ha hecho nada para desligarse públicamente de esta secta y evitar la confusión, como en cambio sí hizo la Organización de AA en México con un comunicado público rotundo”.